Además de gran ser un gran cantante y compositor, Agustín Lara, el “Flaco de Oro”, también fue un apasionado sibarita, pues para él, la comida constituía gran parte de su vida y sus relaciones.
Por Pamela Trejo.
Agustín Lara
El músico poeta Agustín Lara nació un 30 de octubre de 1900 en Tlacotalpan, Veracruz, su familia decidió mudarse y vivir en Coyoacán con una de sus tías llamada Refugio. Fue en esta casa en dónde tocó su primer instrumento, el armonio, que es una especie de piano.
En sus inicios, tocaba el piano en prostíbulos con la esperanza de escapar del destino militar que su padre quería que tomara.
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Con un poco de suerte y mucho esfuerzo, talento y dedicación, Agustín Lara logró posicionarse como locutor y de ahí en adelante todo fue viento en popa, este gran canta autor se convirtió en uno de los más grandes músicos representantes de México.
La comida y el cantante
Mi novia la tristeza, es un libro de la escritora Guadalupe Loeza, ella describe en éste toda la vida del cantante y poeta, su gusto bastante cuestionable por “el amor” a las mujeres, la música y lo que a nosotros más nos interesa para esta nota, el aprecio por la comida.
Se dice que Agustín Lara no podía salir de México sin llevar en el maletero bastantes tortillas congeladas, chiles serranos y latas de frijoles, por supuesto que para cualquier mexicano esto nos hace sentido.
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También cuentan que este gran personaje era todo un sibarita y amante de la buena cocina, pues él mismo dirigía sus propios menús.
Su madre y su abuela le heredaron un recetario con aproximadamente 100 recetas de platillos que le recordaban su juventud, tanto así que él le enseño a Rocío Durán de Lara a preparar unos cuantos moles, de los cuales, todos los ingredientes eran rigurosamente molidos en el metate.
Los moles y los baúles
Si de moles hablamos, “La Chata”, Carmen Zozoya, la última esposa del artista, lo conquistó por el estómago.
Cuentan que a Agustín le fascinaba este platillo así que ella los preparaba de todos los colores: negro, amarillito, verde, blanco y con todas las proteínas, cerdo, pollo, guajolote, cadera y hasta de pato, para tenerlo siempre contento y extasiado, pues además, todos los platos eran hechos con ingredientes auténticos de la época.
El acitrón, anís, aceituna, vinagre, alcaparras, nueces, avellanas, chiles secos y especias, siempre viajaban en un baúl que acompañaban al gran cantante en sus viajes en barco, autobús o avión.
No importaba si estaba en París o en la selva, él sabía que los ingredientes de la cocina mexicana eran lo suyo.
Se dice también que ya después de que todos sus invitados se iban, Agustín Lara se quitaba su dentadura, para así disponerse a comer con gusto sus alimentos.
En definitiva un mexicano amante del buen comer ¿Tú conocías esta historia?