En el México virreinal, los conventos fueron parte fundamental de la cultura de ese momento. Esto debido a que en dichos centros se enseñó idioma, religión, agricultura, ganadería y, por supuesto, que el arte culinario no fue la excepción a todo esto. Hace poco visitamos el Museo Nacional del Virreinato y vimos por nosotros mismos la antigua cocina jesuita de su interior. ¿Quieres saber más?
Por: Adi Zeitelberger
La cocina jesuita Museo Nacional del Virreinato
En Tepotzotlán, Estado de México se encuentra ubicado el Museo Nacional del Virreinato; siendo este lugar el primer colegio virreinal en México. Es importante mencionar que dicho sitio era administrado por hombres de la orden de los Jesuitas, quienes son famosos por su alto nivel educativo.
Acudimos para aprender un poco más de la cocina en esta época. Dentro del inmueble encontramos un retablo tallado en madera de cedro blanco y cubierto en hojas de oro, que resulta un verdadero tesoro a nivel de patrimonio cultural.
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Cocina virreinal
En cuanto a la cocina encontramos un patio de cocinas, donde se localizan diversas habitaciones que sirven al mismo propósito: la preparación de alimentos. Dicho patio contaba con una fuente central que alimentaba de agua a todas las estructuras dedicadas a la alimentación.
Un espacio imprescindible era el refrigerador, así como la bodega de vinos, ya que contaban con una tecnología única para conservar los alimentos. Dicho sistema constaba de un ducto ubicado entre ambas habitaciones, que producía humedad filtrada en los muros. Esto, sumado a las paredes y las puertas de madera, ayudaba a disminuir la temperatura para conservar a manera de refrigeración los insumos.
La hermosa cocina contaba con todo lo necesario para preparar la comida que diariamente comían los 60 hombres que habitaban el convento, desde utensilios de cobre, barro e incluso jícaras.
Dentro de los roles que se desempeñaban en dicha labor encontramos el del despensero, el cual tenía que distribuir lo necesario para la comida así como mantener la despensa surtida en todo momento. Otro puesto importante era el del refitolero quien se encargaba de limpiar el refectorio, cambiar los manteles y servilletas así como de disponer en las mesas de agua y vino.
A la hora de comer sonaban las campanas y esta era señal que los jesuitas debían de disponer de una buena mesa. Estos ingresaban al anterefectorio para lavarse las manos. Posteriormente, entraban al refectorio –lugar donde ingerían sus alimentos– para almorzar, comer y cenar en dos tiempos.
Los horarios dependían mucho de la estación del año, así como del tiempo litúrgico en el que se encontraban. Al comer los alimentos se debían cumplir las leyes de urbanidad y escuchar con atención lecturas bíblicas o espirituales.
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Ahora que ya conoces un poco más de la cocina virreinal de México, ¿se te antoja haberla podido conocer en su época?