Saborear algo es una experiencia incluso espiritual. Todos amamos sentir una explosión de sabores agradables en nuestro paladar, pero no todos sabemos en qué consiste el asombroso proceso de cómo se perciben los sabores. Hoy te contamos más al respecto.
Saborear: un proceso fisiológico asombroso
El gusto es una experiencia multisensorial. No solo implica el uso de nuestra lengua, sino que también explora la comida a nivel de textura, temperatura y aromas. El resultado de esta experiencia da una sensación general conocida con el nombre de sabor.
Al empezar a probar el alimento, son nuestros dientes quienes ejercen la fuerza necesaria que nos indica la textura de un alimento: si es crocante, suave o untuoso. Por lo que la apreciación cada vez se vuelve más real y amena.
Cada vez que masticamos la experiencia retronasal se vuelve más potente, al percibir más los sabores. Así es como poco a poco se activan los receptores gustativos en nuestra lengua; es decir: sabor dulce, agrio, amargo y umami, dando como consecuencia que se filtren diversos mensajes al cerebro.
Otro punto interesante es que conforme vamos masticando los alimentos con temperatura caliente, éstos se enfrían y dan como resultado la detección de más sabores. Los receptores del gusto suelen estar más activos a una temperatura de 30 a 35 grados centígrados.
Al momento de comer, las señales de sabor se transmiten al tálamo, para posteriormente pasar a otras regiones dentro de nuestro cerebro. Al mismo tiempo, las moléculas aromáticas presentes en el aire se vuelven más intensas a medida que inhalamos.
Estas señales llegan al lóbulo frontal y es así como nuestro cerebro entiende que estamos oliendo y probando.
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¿Qué nos indican los sabores?
Como bien sabemos, existen diferentes gustos o percepciones de sabor. Es interesante conocer qué indican dichos sabores o gustos. Por ejemplo, al consumir algo salado, nuestro cuerpo puede percibir el equilibrio de sodio dentro de nuestro organismo.
Si consumimos algo muy dulce, nuestro cuerpo lo toma como un recurso de energía de fácil digestión; o, si bien, consumimos algo agrio –como limón o naranja– el cuerpo sabe que seguramente hay presencia de vitaminas como la C. Incluso puede alertarnos ante un estado de descomposición.
Lo mismo sucede al probar algo amargo, ya que en muchas ocasiones es el mismo cuerpo el que entiende que ese gusto viene de sustancias que pueden ser tóxicas o nocivas. A su vez, el umami puede ser un indicador de algo sabroso, sobre todo de sabores cárnicos; sugiriendo que es una proteína la que consumimos.
Comer es un acto complejo, no solo a nivel cultural, sino fisiológico. Hoy conoces más de este increíble proceso que pasa dentro de tu cuerpo al degustar tus platillos favoritos. Ya tienes una razón más para disfrutar con placer del buen comer.