Las nieves que encontramos en cada esquina de la República Mexicana, cuentan muchas historias, algunas tienen que ver con la típica salida al parque, otras, para reconfortar algún desamor, o bien, para disfrutar de la diversidad de sabores que se crean a partir del hielo; pero este postre tiene una interesante historia en México.
Por Pamela Trejo
El inicio de los helados y las nieves
Para comenzar, es necesario decir que la nieve y los helados no son lo mismo. La primera, su base es elaborada con agua (aunque también puede contener algo de leche) y la segunda, se conforma con una base láctea y cremosa, con otra consistencia.
Aunque no se sabe a ciencia cierta cuál es el primer origen de estos postres dulces, se tiene la referencia en la Biblia, en dónde se menciona que Isaac le ofrece a Abraham una leche fría de cabra.
Lo que sí se sabe es que los mongoles generaron un tipo de helado, pues guardaban en recipientes nata de vaca que se llevaban a sus expediciones y debido a las bajas temperaturas, ésta se congelaba, dando como resultado un helado de nata, que era energético para ellos, aparte de sabroso.
Con el paso del tiempo, el helado llego a China y posteriormente a toda Europa, y con el arribo de los españoles a América, también llegaron los helados a Tenochtitlán, aunque varios historiadores mencionan que en en el Nuevo Mundo ya se consumían ciertos tipos de alimentos helados, como frutas.
La nieve en México
Hace aproximadamente 80 años la recolección de la nieve provenía de las montañas Iztaccíhuatl y Popocatépetl, pues el hielo que utilizaban los neveros para sus preparaciones lo extraían de allí.
Los pobladores, según Nayeli Reyes, cargaban sus costales de hielo, le agregaban sal y lo transportaban al pueblo en burros.
Pero la función de estos bloques helados no era necesariamente para las nieves, también se utilizaban para los hospitales, pues no fue sino hasta 1985 que se instaló la primera fábrica de hielos en México.
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En la época de la colonia, la nieve era prácticamente accesible para la corona española, pues ellos controlaban el consumo y recolección del hielo.
Según el escritor Martín Gonzáles de la Vara, autor de “La historia del helado en México”, menciona que en los registros se indica que el primer nevero fue el mexicano Leonardo Leaños, en el año de 1602, que ofrecía una mezcla muy limitada que consistía en leche, huevo y miel.
El auge de la nieve en México
No es si no hasta tiempo después del término de la guerra de Independencia que le auge de la creación y venta de nieves de diferentes sabores frutales, creció de manera exponencial.
En esos tiempos fue cuando surgieron los famosos neveros que, con un cántico, llamaban la atención de la gente que pasaba por la calle y que tenía ganas de refrescarse con una deliciosa nieve.
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Martín Gonzales de la Vara, nos deja constancia en su libro la canción del nevero que resonaba en las principales avenidas de la Ciudad de México en el siglo XIX: “Nieve de limón, nieve sin igual, para una indigestión, no tiene rival. Nieve de guayaba, nieve de limón, que es medicinal para una irritación”.
La Semana Santa, también era uno de los temporadas favoritas para comer nieves de garrafa, pues las ferias, los juegos y las risas se acompañaban con un buen escarchado de sabor frutal.
En la actualidad las nieves siguen estando presentes en los parques o en aquellos lugares en dónde la convivencia reina.