En Bombay, la capital de India, existe un sistema de entregas de comida que emplea únicamente a hombres que no saben leer ni escribir, que no tienen automóvil y que, desde hace más de cien años, y a pesar de recibir más de 200 mil pedidos al día, nunca se han equivocado en una entrega. Se trata de los dabbawalas, palabra que podría traducirse como “el que lleva una caja”.
El negocio de los dabbawalas es, aparentemente, sencillo: recogen comida recién preparada de las casas de los trabajadores de oficinas o de negocios especializados que se dedican a preparar comida, la llevan a las oficinas de sus clientes en recipientes reciclables, recogen los recipientes y los devuelven a la casa del trabajador o al centro de producción.
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Este servicio se empezó a usar cuando India era una colonia británica: a los ingleses no les gustaba la comida local, entonces crearon este sistema para que, todos los días, pudieran comer algo recién preparado.
El sistema funciona de la siguiente manera: existen alrededor de cinco mil repartidores, que entregan unas 200 mil comidas cada día. Todos ellos son analfabetas y, generalmente, han heredado el oficio de las generaciones que les antecedieron.
¿Cómo funciona el sistema de los dabbawalas?
Todos los días, entre las 9:30 y las 10am, los dabbawalas ya recogieron la comida de las casas o cocinas, la reciben empacadas en unos recipientes de aluminio que sirven para que todo se mantenga caliente. Luego las llevan en bicicleta a las estaciones de tren; ahí, todos los recipientes se juntan y se ordenan para que otro dabbawala los lleve en tren y las entregue a sus destinatarios.
Los recipientes van marcados con una serie de símbolos para que los dabbawalas sepan a qué barrio, oficina y piso va cada recipiente. Así, a las 12, los empleados de las oficinas reciben su comida. A las 2 los dabbawalas recogen los recipientes vacíos y, a las 5pm, ya los terminaron de entregar en las casas de los trabajadores.
Luego de más de cien años este sistema sigue siendo útil porque, para la clase trabajadora, los precios de los restaurantes no son accesibles, por lo que no están en posibilidades de salir a comer durante su jornada laboral. Y el transporte público está tan lleno, que tampoco podrían cargar su propia comida de camino a sus lugares de trabajo.
Lo que ha sorprendido al mundo de este sistema de entregas es su precisión: los dabbawalas han sido caso de estudio de académicos de Harvard, que buscan comprender cómo es que estas entregas nunca fallan, incluso superan los porcentajes de efectividad de Fedex o Amazon. Aparentemente, hay dos motivos: el primero es que este oficio se pasa de generación en generación, y el segundo es que, a pesar de que los dabbawalas no saben leer, han logrado establecer un esquema de símbolos eficiente. Las entregas son tan precisas que, antes de los sistemas de comunicación actuales, funcionaba también como servicio de mensajería: las amas de casa enviaban mensajes en los recipientes a sus esposos, y mandaban mensajes de regreso en recipientes vacíos.
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La única ocasión en la que los dabbawalas se equivocaron fue en la ficción: en la película The Lunchbox, en la que una mujer casada empieza a comunicarse con un hombre que no es su esposo, todo a través de un dabbawala.
Gracias a este sistema, todos los empleados pueden tener comida casera en sus oficinas, recién hecha, y todos los días. Es sorprendente que a pesar de que los recipientes cambian de manos tres o cuatro veces, los platillos siempre encuentran a su destinatario