Entre 1760 y 1770, Inglaterra tenía muchas deudas. Para ayudarse a pagarlas decidieron (¿por qué no?) instaurar nuevos impuestos a sus trece colonias, que hoy son nuestro país vecino del norte. Los ingleses gravaron todo el papel que se imprimía: desde periódicos hasta tarjetas de presentación, también la pintura, el vidrio y el plomo. Pero la gota que derramó el vaso fue el impuesto al té.
En ese entonces las trece colonias recibían cargas de té que viajaban desde las Indias Británicas y China. Y, por supuesto, al ser colonias inglesas, habían aprendido de sus conquistadores la rigurosa costumbre de la hora del té; la bebida era un artículo de primera necesidad. De hecho, se calcula que los colonos bebían alrededor de 500 mil kilos de té al año.
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En 1773 el parlamento británico aprobó el Tea Act, acuerdo que permitía a la compañía comercial British East India Company monopolizar el mercado americano y, además, la liberaba del pago de impuestos, trasladándolos a los puertos a donde desembarcaba la mercancía, es decir, a los colonos, que vieron estos actos como evidencia de la tiranía de la corona inglesa.
Los colonos pensaban que no tenían por qué pagar esos impuestos tan altos, y menos si no tenían participación en el parlamento británico. Así se formó el grupo Hijos de la libertad, conformado por mercaderes y comerciantes que se manifestaban contra las alzas impositivas.
Acordaron negarse a pagar por el té, e incluso a almacenarlo, venderlo y beberlo. Pero los consumidores americanos no estuvieron dispuestos a dejar de tomar té. Quedaba, entonces, un último recurso.
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La noche del 16 de diciembre de 1773, los Hijos de la libertad se reunieron en el puerto de Griffin en Boston, Massachusetts, en donde los barcos Dartmouth, Beaver y Eleanor, cargados con té que había viajado desde China, esperaban a ser descargados. Los Hijos de la libertad se adelantaron: tiraron más de 300 cofres de té al agua, asegurándose de que todo quedara empapado e inservible.
Esta protesta política se conoce como Boston Tea Party. A esta siguió otra igual, también en Boston, tan solo un año más tarde, y luego otras en Maryland, Nueva York y Carolina del Sur. Tras estos acontecimientos, delegados de las trece colonias americanas se juntaron para el primer Congreso Continental, donde acordarían cómo resistir a la opresión británica: comenzaba a gestarse la Independencia de las Trece Colonias. Todo, por una taza de té.