La comida tiene el increíble poder de hacernos viajar en el tiempo a través de sabores y aromas. Dentro del universo de postres, los besos de nuez ocupan un lugar especial a nivel nacional. Si bien ya se reconoce como una receta mexicana, la realidad es que su origen no está en México. En esta nota, te contamos sobre el origen, anatomía de una galleta nostálgica y legendaria.
Por: Desiree Perea
El largo camino que han recorrido los besos de nuez
El misterioso origen que rodea a estas galletas no ha tenido efecto alguno en su popularidad a nivel mundial. La versión que más se acerca a los besos de nuez se prepara en Rusia; ahí se conocen como galletas de té rusas. También se encuentran similitudes con algunas delicias árabes que también mantienen a los frutos secos como protagonistas de las recetas.
A México llegaron durante la época de la Colonia, principalmente se preparaban en las cocinas virreinales y de los conventos. Aunque por muchos años fueron reservadas para la clase alta, con el paso del tiempo, la receta fue compartida hasta convertirse en un clásico de fiestas y celebraciones sociales. En algunos lugares los besos de nuez se conocen como ‘galletas de boda mexicanas’.

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Este nombre alternativo llega a confundir sobre su preparación; realmente no son exclusivas de las bodas, están disponibles todo el año y son una opción perfecta para acompañar el café o el té por las noches. La receta de los besos de nuez se han mantenido intacta y eso es parte de su magia. A simple vista pueden parecer sencillas, pero no cualquier persona presume su dominio.
¿Cuál es el encanto de estas galletas?
La textura de los besos de nuez es única y no es fácil de lograr. Parte de una cantidad abundante de grasa, en este caso, mantequilla a temperatura ambiente. A diferencia de muchas galletas que buscan ser crujientes o elásticas, esta versión busca la fragilidad. Esto se logra minimizando la presencia de agua y agentes leudantes. La mantequilla se bate junto al azúcar glass y un poco de esencia de vainilla hasta lograr que tome un color amarillo claro, casi blanco.
Una vez lista esta mezcla base, se agrega harina de trigo y la nuez molida hasta obtener una masa suave y fácil de manipular. Para evitar que pierda firmeza al hornearse, lo mejor es dejar reposar la masa en refrigeración. La textura tradicional de los besos de nuez es similar al polvorón o al mazapán; la mantequilla ayuda a mantener un buen nivel de humedad al interior.

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En cuanto salen del horno, se dejan reposar unos minutos para después, cubrirse con azúcar glass. La versión en México se prepara con nuez pecana, sin embargo, actualmente se conocen recetas alternativas con almendras, avellanas e incluso, con pistache.
Los besos de nuez son una de las muchas recetas que encontraron un segundo hogar en nuestra país. Sin importar cómo llegaron, hoy son consideradas como un clásico imperdible de la panadería mexicana. Detrás de su delicadeza y textura existe un proceso meticuloso que no se puede pasar por alto.
