Es el cocinero inquieto, el de la investigación y los mil cuestionamientos. Para él los huevos rotos y las hamburguesas en término azul son un manjar. Tal vez uno de sus mejores momentos fuera de la cocina es ver al Barça en la cancha; en un Madrid contra FC Barcelona,
al ganar el equipo de Miguel, se le ocurrió portar la playera madrileña; al ver eso, Ferran Adrià sólo negó con la cabeza y no le habló en todo el día.
Por: Sandra Fortes y Miguel Hidalgo Foto: Bertha Herrera
El futbol realmente lo mueve tanto como la cocina. Para nosotros es el genio de la gastronomía de esta época. Se trata de alguien que contagia su entusiasmo e invita al conocimiento. Cuando formas parte del engranaje de su equipo de trabajo, tu cuerpo y tu mente dan el 150% de su capacidad: en El Bulli no se podía fallar.
“La perfección no existe, pero nosotros la buscamos”, una de sus frases que se nos quedó grabada en los meses que estuvimos con él.
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El Bulli no era sólo un restaurante. Ferran y su equipo se las ingeniaban para convertirnos en familia, éramos “bullinianos”, casi una religión. Fueron de los meses más exigentes en nuestras carreras como cocineros y, a la vez, de los más enriquecedores; dejaron una huella imborrable en lo que somos hoy en día.
También fue la temporada de las comidas de personal más sabrosas y cálidas, tanto así que hay un libro de aquellos menús, los cuales recordamos y replicamos en Noso con pan, chocolate, aceite de oliva y sal.
Se trata del creador de las tendencias y las ideas imperantes entre las nuevas generaciones. Ferran no se conformaba con los productos que tenía al alcance, por lo cual abrió caminos para la gastronomía y dio pie a nuevas técnicas.
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De esos siete meses nos llevamos amigos, experiencias, aprendizaje y, sobre todo, una nueva manera de entender la culinaria. Marcó un antes y un después en nuestras vidas tanto en lo laboral como en lo personal. Aprendimos a disfrutar del oficio a niveles de exigencia máximos, rodeados del mejor producto del mundo, al lado de un genio dotado de una calidad humana inigualable.
En la última visita de Ferran a México afloraron recuerdos y sentimientos muy fuertes que nos motivaron a dar más cada día y a amar aun más nuestra profesión. Sólo nos queda agradecer por tanto a Ferran y a El Bulli. Sin duda, no pudimos tener un mejor maestro.