La palabra croissant en francés quiere decir creciente, en el sentido de cuarto creciente lunar y se refiere a la forma original del bollo. Pero el primer nombre que tuvieron los croissants fue kipferl o hörnchen, que significa media luna en austriaco y en alemán. Es una masa elaborada a base de levadura, mantequilla o margarina. Pero al volverse famoso tiene infinidad de versiones para su receta.
Por Mariana Frias
Origen de los croissants
Casi todas las versiones coinciden a la hora de explicar el origen de esta pieza de panadería en la Austria del siglo XVII. Esta pieza de panadería es de origen austriaco, aunque posteriormente su versión hojaldrada se desarrolló en Francia. Y desde allí inició su proyección mundial.
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Historia
En el año 1683, época en la que el Imperio Otomano avanzaba por Europa conquistando territorios en su lucha contra el Imperio Romano Germánico. Tras haber arrasado Constantinopla, los Balcanes y parte de Hungría. El ejército otomano fijó su objetivo en Viena. La ciudad se encontraba rodeada por una muralla, así que la estrategia de los 20.000 soldados fue socavar el terreno. Para que una trinchera o corredor pasara por debajo de las murallas, hasta llegar al centro de la ciudad.
Trabajaban sólo por la noche para no ser descubiertos. Pero lo que no sabían es que los panaderos trabajaban a esas mismas horas. Los cuales oyeron el ruido que hacían los turcos con las palas y picos. Fue como toda la ciudad y el ejército pudo repeler el ataque del invasor. Gracias a este aviso se pudo defender la ciudad.
Para la celebración de esta victoria, los panaderos elaboraron dos panes de conmemoración uno llamado kaisersemmel, panecillo imperial en alemán. Y otro llamado kipferl o hörnchen, que significan media luna en austriaco y en alemán. El segundo fue la semilla del famoso croissant. Ambos panes lucían la bandera otomana. Por lo que simbolizó la manera de comerse a un turco, una dulce venganza llevada a cabo gracias a los panaderos vieneses.
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Su llegada a Francia
El croissant consiguió expandirse por toda Europa. Se dice que a París llegó de la mano de María Antonieta de Austria. Los franceses no solo le dieron su nombre definitivo, sino que también crearon la versión hojaldrada. Se cree que su llegada en 1770 a la capital francesa, la reina austriaca extrañaba el postre de su tierra. Por lo que lo introdujo a la corte de Versalles junto a dos de sus otras debilidades como el café y el chocolate.
Aún así, no causó mucho furor en aquella época. Hasta 1838 el pastelero austriaco August Zang abrió una pastelería vienesa llamada Boulangerie Viennoise en el número 92 de la calle Richelieu. Y empezó a comercializarse y a hacerse más y más famoso. Para que de repente, todos los lugares donde se servían desayunos tenían a su disposición aquel dulce los croissanteries. De hecho, la primera vez que se utilizó la palabra croissant fue en 1863. Ya que aparece en el diccionario francés Littré.
En 1905 se publicó en el país la primera receta de croissant hojaldrado. Para 1920 la masa original fue reemplazada por los chefs patissiers por una de hojaldre y manteca que copó la producción de este bollo. Convirtiéndose en un icono de la gastronomía francesa. La primera edición del Larousse Gastronómico en 1938, ya incluye a este famoso panecillo. Se dice que aquel kipferl no queda más que la forma, puesto que los croissants que se conocen hoy en día son poco similares de aquel que supuestamente, nació en el siglo XVII.
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