Este domingo, a los 99 años de edad, falleció en Michoacán la investigadora gastronómica y amante de la cultura culinaria mexicana, Diana Kennedy.
Aunque al momento no se saben las causas exactas de su deceso, la Secretaría de Cultura federal lo dio a conocer dio a conocer, y reconoció de forma extensiva la trascendencia de su legado.
Kennedy es, sin duda alguna, la británica que más le ha aportado a la investigación culinaria de ingredientes y técnicas de nuestro país. Radicada siempre en Zitácuaro, Michoacán, tomó una residencia en una casa de campo que fue reconocida por muchos por sus prácticas sustentables. Hoy es el “Diana Kennedy Center, para la preservación de la cocina mexicana”.
El legado sin tiempo de Diana Kennedy
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Oriunda de Loughton, Essex, en el sureste de Inglaterra, Diana Kennedy conoció la gastronomía de México desde muchas aristas. No solo documentó cientos de mercados locales, sino también el trabajo individual de cocineras tradicionales locales y recetas en peligro de desaparecer.
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Como parte de su prolífica historia, se pueden contar nueve libros. En ellos se percibe de inmediato una profunda admiración y amor por México, así como un especial apego por Oaxaca y por Michoacán, donde vivió sus últimas décadas.
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Una de las cosas que más se le reconocen a Kennedy, más allá de su gigantesca labor de documentación, es que le puso coordenadas renovadas a la gastronomía de México no solo en América, sino en el mundo. Gracias a sus libros, y al reconocimiento que en todas partes tenía su pluma, es que nuestra cultura se conoció mucho más.
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A lo largo de su vida, Kennedy recibió muchas condecoraciones. Algunas de las más importantes fueron la Orden del Águila Azteca, por parte del gobierno mexicano, y la pertenencia a la Orden del Imperio Británico.
Enamorarse de México en tiempos convulsos
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Una parte de la historia de cómo Kennedy pisó por primera vez México, tiene que ver con Haití. Para 1957, mientras dicho país se encontraba en plena convulsión revolucionaria, ella conoció allí a Paul Kennedy, quien era corresponsal de The New York Times, y con quien también se casaría después.
Después de ese viaje fue que visitó México. Quedó tan maravillada, que al volver a su estancia en Nueva York, comenzó a darle mayor auge a la gastronomía mexicana, con ayuda del editor gastronómico del mismo diario donde trabajaba.
A partir de entonces, la pasión de Kennedy hacia México se desbordó. Nunca más se separaría de sus investigaciones. Nuestra diversidad la sorprendió tanto, que no se cansó de aprender de ella, para después divulgar esos conocimientos en otras partes.
La recordaremos como una de las mayores precursoras científicas de nuestro acervo culinario; como el mayor personaje del mercado de San Pancho, en Zitácuaro; como la inglesa que se enamoró de esta tierra por siempre.
Gracias, Diana Kennedy, porque gracias a ti nosotros mismos redescubrimos la cocina de nuestro país.
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