En el mundo de la repostería, los detalles a nivel decoración sin duda marcan la diferencia entre un buen postre y uno excelente. A diferencia de los pasteles o cupcakes, en las galletas se requiere de un glaseado semi–líquido con capacidad de endurecerse; gracias a esta características, los dibujos mantienen una presentación impecable. Para lograrlo, no hay más que recurrir al royal icing. En esta nota, te contamos todos los detalles sobre esta mezcla que no solo aporta a la parte visual, sino también al perfil de sabor final.
Por: Desiree Perea
Características que respaldan el éxito del royal icing
Antes de adentrarnos en todo lo que tiene que ofrecer, vale la pena conocer un poco sobre su origen. Podemos agradecerle a Inglaterra la presentación del royal icing, esto ocurrió en el siglo 19. La decoración de un pastel de bodas nunca se ha tomado a la ligera, y en este caso menos, pues se trataba de la unión entre la Reina Victoria y el príncipe Alberto.
El perfecto color blanco del royal icing permitió establecer decoraciones resistentes y complejas que hacían imposible ignorar el pastel. Aquí, las habilidades motrices de los reposteros encargados debían estar perfectamente entrenadas. Una vez que se presentó, el resto del mundo decidió aprovechar esta mezcla en otros postres.
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A diferencia de otras coberturas, el royal icing presume una gran ventaja: no requiere refrigeración. La forma en que interactúan sus ingredientes, hace posible que con el tiempo, su estructura se endurezca. Para prepararlo, la lista de ingredientes es corta y accesible:
- Claras de huevo
- Azúcar glass
- Líquido ácido: cremor tártaro o limón
¿Cómo se prepara este tipo de glaseado?
El royal icing no ha dejado de sumar puntos a su favor; actualmente es reconocido como un elemento fundamental cuando se trata de elaborar decoraciones delicadas. El uso de la clara de huevo causa incertidumbre en más de una persona, sin embargo, ya es posible encontrar una versión pasteurizada o bien, en polvo. Estos cambios han sido clave para asegurar que el consumo del royal icing no represente peligro alguno.
La mezcla se hace en frío y con ayuda de un batidor de globo. El royal icing debe batirse hasta lograr una consistencia firme con ligeros destellos. El sabor se mantiene simple, pero puede cambiarse fácilmente con ayuda de jarabes: vainilla, menta, lavanda, cereza, etc. Y lo mismo ocurre con el color; lo ideal es utilizar colorantes alimentarios en gel o pasta para lograr que se incorporen uniformemente.

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También es importante mencionar que se pueden hacer ligeros cambios para controlar la consistencia del royal icing. A partir de una misma base se pueden obtener distintas texturas según la cantidad de agua añadida:
- Firme: Ideal para flores o encajes rígidos donde se busca gran volumen.
- Media: Perfecto para delinear figuras y crear bordes.
- Fluida: Se usa para rellenar superficies amplias con acabado liso.
Comúnmente, el royal icing se manipula con ayuda de una manga pastelera. Mientas más delgada sea la boquilla, más delicada será la línea o figura. No está de más señalar que el tiempo es un factor realmente importante; las decoraciones no deben tardar mucho pues, a medida que avanza el tiempo, el glaseado se endurece.
El éxito que hoy rodea al royal icing no es casualidad. A nivel mundial, la presentación final de un postre está directamente relacionada con el sabor que ofrece. Por más impecable que sea la decoración, si el sabor no es bueno, todo lo demás se viene abajo. Así, esta cobertura ha marcado un antes y un después en el universo de la decoración en la repostería.





