En la antigüedad, antes de que existieran termómetros, los panaderos y reposteros utilizaban métodos ingeniosos para medir la temperatura de sus hornos de leña. Uno de estos métodos era utilizar pequeñas porciones de masa que con el tiempo terminaron siendo lo que hoy conocemos de forma común como galletas.
Los hornos de leña, piedra o barro no tenían termómetros como los que usamos hoy. Estos hornos funcionaban acumulando calor a través de la combustión de madera o carbón, los panaderos y reposteros debían confiar en su experiencia, observación y métodos empíricos para determinar si el horno estaba en la temperatura correcta.
En muchas culturas, la repostería fue parte esencial, y conocer la temperatura del horno era crucial para el éxito de las recetas.
Para esta prueba, la masa de galletas se hacía con ingredientes básicos como harina, azúcar, mantequilla y, a veces, huevos o levadura. Las recetas variaban según la región y la disponibilidad de ingredientes.
Después de encender el horno y calentarlo con leña o carbón, se retiraban las brasas y se barría el interior para limpiar las cenizas. Se colocaba la masa de prueba en una esquina o en el centro del horno para medir la distribución del calor.
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Si la masa se doraba muy rápido o incluso se quemaba, era señal de que el horno estaba demasiado caliente. Los panaderos podían esperar a que la temperatura bajara antes de colocar el pan.
Si la masa no mostró cambios en un tiempo razonable, significaba que el horno no estaba lo suficientemente caliente y necesitaba más calor.
Si la masa se cocinaba de manera uniforme en un tiempo ideal, indicaba que el horno estaba listo para hornear.
Evolución de las galletas con el paso del tiempo
Los primeros prototipos de galletas eran panes planos y duros hechos de granos básicos como cebada o trigo. Se horneaban hasta que quedaban secos, lo que los hacía perfectos para conservar durante largos periodos.
Durante la Edad Media, las cruzadas y las rutas comerciales trajeron azúcar y especias como canela, jengibre y clavo desde Asia y Oriente Medio a Europa, por lo que empezarón a elaborar versiones más elaboradas.
En el Renacimiento, principalmente en Italia, se popularizaron las galletas biscotti, horneadas dos veces, que adquirieron fama como un acompañamiento para el café o el vino.
Para el siglo XX, aparecieron nuevos tipos de galletas gracias a los avances en la industria alimentaria. Por ejemplo, las galletas rellenas y las galletas cubiertas de chocolate.
Hoy en dia, en el siglo XXI, con el auge de la conciencia por los ingredientes naturales y la salud, han resurgido las galletas artesanales, hechas con recetas tradicionales y sin conservantes artificiales.
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El uso de ingredientes inusuales, como proteínas de insectos o harina de algas, está marcando tendencias en la industria alimentaria.
Este tipo de métodos no solo muestra la habilidad de los panaderos para adaptarse a las herramientas disponibles, sino que también resalta la conexión entre la tradición y la innovación culinaria. Usar una galleta para medir la temperatura simboliza cómo algo tan simple puede ser increíblemente útil.