Por Alexis Beard
En una de las esquinas más encantadoras de la colonia Roma, donde las jacarandas perfuman el aire y el bullicio citadino se diluye entre cafés y terrazas, se oculta un secreto japonés. Kotsu, discreto y envolvente, es un speakeasy que se ha ganado un lugar especial entre los amantes de la cocina nipona gracias a su nuevo concepto: un omakase de nigiris en formato all-you-can-eat, donde la abundancia y la delicadeza se encuentran en equilibrio perfecto. Atravesar su entrada es abandonar la prisa y sumergirse en otro ritmo. El espacio, íntimo y minimalista, invita a observar. Cada movimiento de los chefs tiene algo ceremonial, casi sagrado. El arroz y el pescado se encuentran como viejos conocidos: con respeto, precisión y alma.
Omakase sin límites, sin prisas
En Kotsu, repetir no es un exceso, sino una forma de rendir homenaje al sabor. El nuevo concepto propone un festín de nigiris sin restricciones, pero con la atención y la técnica de un omakase tradicional. Cada pieza es única, con su propio pulso: fría como un arroyo de montaña, tibia como un suspiro de invierno o apenas cálida, con la temperatura exacta para derretirse en la boca. Hay nigiris que son susurros —sutiles, etéreos— y otros que irrumpen como revelaciones. El toro, mantequilloso y profundo, se convierte en un instante de pura rendición. El unagi glaseado evoca hogar y calidez. El hamachi con yuzu sorprende con su frescura cítrica, como un beso en flor.
Un Japón íntimo y generoso
Cada bocado en Kotsu es una breve historia contada en silencio. La frescura del pescado recuerda al mar de Hokkaido, la textura del arroz se siente como un pulso constante, y el shoyu brilla bajo la luz tenue como un hilo de seda. No hay artificios: sólo producto, precisión y armonía. El sake fluye entre conversaciones suaves, los comensales repiten sus favoritos, y el tiempo parece detenerse en una danza de gestos mínimos y sabores perfectos. Es una experiencia que combina la ceremonia del Japón clásico con la hospitalidad relajada de la Roma contemporánea.
El lujo de la intención
En Kotsu, el lujo no está en la opulencia, sino en el detalle. En la temperatura exacta del arroz, en el corte del pescado, en la pausa antes de servir. Todo está pensado para que el comensal se deje llevar, sin prisa, por la belleza de lo esencial. Al final, uno sale con la sensación de haber viajado sin moverse. De haber estado, por un momento, frente a un mar invisible. Con el umami aún suspendido en el aire y el deseo de guardar este secreto un poco más, como se guardan los recuerdos más bellos: con un toque de egoísmo y mucho amor.
Kotsu es un poema comestible que celebra la pureza del gesto, el arte del omakase y la generosidad del buen gusto. Un pedazo de Japón en el corazón de la Ciudad de México.
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