Jalisco tiene mucho que ofrecer en temas de gastronomía. Desde la popular birria, carne en su jugo, tortas ahogadas hasta los postres y dulces típicos. La jericalla es un postre cremoso con un toque especiado que suelen asociarse con el flan. Sin embargo, esta vez te contamos sobre el origen de esta receta tapatía.
Por: Desiree Perea
Un postre con el objetivo de nutrir
La jericalla es un postre orgullosamente mexicano, aunque Guadalajara es la ciudad que se puede presumir como el lugar de origen auténtico. La magia detrás de esta receta se concentra en la simplicidad de sus ingredientes, que a través del proceso de cocción, logran una textura única. La historia más popular acerca de su origen tiene lugar en un orfanato que estaba a cargo de un grupo de monjas.
Durante el siglo 18, una de las monjas ideó una receta dulce que aportara a la salud de los niños. De esta manera, el huevo es el ingrediente estrella de la jericalla, se crea una mezcla especiada con canela y se añade leche. Además, se agregó un toque de azúcar, para convertirlo en un alimento de agrado para los niños.
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Para su cocción, se requiere del horno con ciertas especificaciones para obtener una textura suave y tersa. De hecho, se encuentran similitudes con el flan o las natillas, sin embargo, la jericalla no utiliza ningún elemento gelificante. La lenta cocción del huevo es el pilar para obtener un interior cremoso, y al final se obtiene una superficie dorada como indicador de que están listas.
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¿Cuál es la anatomía de la jericalla tradicional?
En primer lugar, debes conocer que la lista de ingredientes es corta y realmente accesible. Para conformar una jericalla se requiere huevo, únicamente la parte de la yema, leche, azúcar (que puede sustituirse por leche condensada). El sabor tradicional se ayuda de jarabe de vainilla y ramas de canela.
Por otro lado, en cuanto a la cocción de las jericallas, más allá de requerir la potencia del horno convencional, se requiere de la técnica conocida como baño María. Este método tiene su efecto para evitar la cocción completa de las yemas de huevo, por lo que debe efectuarse de manera correcta. Usualmente se divide la mezcla de las jericallas en recipientes de vidrio individuales.
Posteriormente, un recipiente de vidrio se llena con agua hasta la mitad de su capacidad para poder colocar los vasos individuales. Requieren de una temperatura de horneado entre 160 y 190 grados dependiendo de la potencia del horno. Por último, para lograr la superficie ligeramente quemada, en los últimos cinco minutos la temperatura debe concentrarse en 200 grados.
Finalmente, el icono en que se ha convertido la jericalla, ha llevado a este postre a una evolución positiva. Actualmente, podemos encontrar versiones con chocolate, nueces o cremas saborizadas. Además, es posible sustituir ciertos elementos para hacer de este postre, una receta amable con diferentes dietas.
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