El festejo de la Navidad es una tradición que adquirimos después de la conquista: se trata de una de las principales fiestas cristianas en donde se celebra el nacimiento del niño Jesús. Los europeos enseñaron a los antiguos mexicanos a festejarla como parte de sus trabajos de
evangelización.
Por: Ava García Leeh
Se cree que la primera fiesta de Navidad celebrada en tierras latinoamericanas fue el 25 de diciembre de 1492, en la actual República Dominicana.
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La cena y los villancicos sirvieron como transición cultural y ambos fueron adaptándose a las costumbres mesoamericanas, mientras que conservaban algunas características de sus lugares de origen, que, a su vez, ya habían recibido otras influencias culturales.
No hay una sola cena de Navidad; hay tantas como familias que la festejan. Y en cada región de nuestro país existen variaciones en lo que se sirve a la mesa. Pero sí tenemos platillos en común, conformados por productos de distintas latitudes.
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Los romeritos eran los quelites preferidos de los antiguos mexicanos; se dan con facilidad, son muy nutritivos y son relativamente fáciles de cosechar. Hace algunos ayeres este platillo se servía con tortitas de ahuautle, el caviar mexicano: hueva de mosco acuático. Al volverse escaso este insumo, se sustituyó por camarón seco. Todos estos productos estaban disponibles en Mesoamérica antes de la llegada de los europeos; y la técnica para preparar el mole con que actualmente acompañamos este platillo ya se practicaba también, pero hizo falta la llegada de los
conquistadores para que productos como la cebolla, el ajo y las especias con las que condimentamos el mole llegaran a estas tierras.
El caldo de camarón también se preparaba desde antes de la llegada de los españoles, pero no era para nada como el que conocemos ahora: la cebolla y el ajo tuvieron que llegar en los barcos europeos, al igual que las zanahorias con las que acostumbramos servir este platillo.
El bacalao debe su sal a la necesidad vikinga de conservar las viandas; de hecho, -y esto ya lo sabemos- el pescado llegó a nosotros desde Noruega. Los vascos le agregaron papas y aceite de oliva y, tras el contacto español con la cultura árabe, se adquirió la costumbre de incluir alcaparras y aceitunas en la receta. Y los mexicanos aportamos los chiles güeros.
El pavo o guajolote ya se consumía antes de la llegada de los españoles; ese fue regalo de Centroamérica para el mundo, al igual que las tradicionales nochebuenas.
La sidra, con la que ahora acostumbramos brindar, es originaria de Asturias. Aunque ahora las sidras comerciales que normalmente compramos se elaboran con un proceso mucho más industrializado y el resultado final es más dulzón; si probamos una sidra artesanal o una asturiana, no nos recordará para nada a las sidras que encontramos en los supermercados.
Las opciones comerciales se tratan de una adaptación del fermentado de manzana al paladar mexicano. Entonces, tanto en Navidad como en la vida cotidiana, son muchas las culturas que se sientan a la mesa, y todas ellas conforman nuestra cocina tradicional mexicana, que se trata de un fenómeno inacabado y en evolución constante.