¿Has escuchado hablar de las pizzas estilo Chicago? Esas que parecen diseñadas para alimentar batallones de infantería y que no hay forma de comer sin dejar de lado cualquier tipo de remordimiento por su deleitoso aporte calórico.
Esta receta, que estamos seguros que pone de cabeza a cualquier italiano tradicional y defensor de las bases delgadas y crujientes, es oriunda de la ciudad del mismo nombre, en Estados Unidos. Fue inventada en el restaurante Uno Chicago Grill, en 1943, por Ike Sewell, quien además de ser fundador del establecimiento, era un universitario con fama de ser estrella de fútbol americano.
No obstante, aunque todos tenemos en mente a una “pizza Chicago”, hablar de ella en términos genéricos no es lo más correcto. Si quieres referirte a este estilo con más propiedad, es mejor que sepas que hay tres variantes del mismo: la deep dish pizza, la stuffed pizza y la pan pizza.
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En esta ocasión hablaremos de la deep dish, que es la más reconocida, visualmente hablando.
Sus orígenes
Como represente emérita de las “Chicago”, la deep dish nació al calor de los hornos de Uno Chicago Grill. Desde sus inicios, fue la fuente de golosidad con que la conocemos ahora: una pizza con más de tres dedos de grosor, horneada dentro de un recipiente más parecido a una paellera, que a un molde para pizzas, y con varias de capas de queso, salsa de tomate e infinidad de ingredientes adicionales, dependiendo del gusto personal.
Lo que hace única a una deep dish es que va abierta, expuesta con todo su esplendor ante los ojos de los comensales. La stuffed pizza, por ejemplo, va cerrada con una delgada capa de masa –cual si fuera un calzone italiano–, y encima lleva una última capa de salsa de tomate y queso. A su vez, la pan pizza se cocina en un sartén, que va directo al fuego de una estufa o un horno, y tiene un pan menos grueso que el de la deep dish.
Sea cual sea que elijas, sabemos que vas a disfrutarla en la misma proporción de su tamaño. No obstante, también estamos seguros que la deep dish será la que más se te quede grabada en la memoria.
Pensando en ello, se nos ocurrió compartirte unos tips para que la prepares en casa. ¿No se te antoja?
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-Como seguro recuerdas de la última vez que comiste una pizza de este estilo, su masa de la base es crujiente y gruesa. Entonces no escatimes en harina. Disuélvela con azúcar, sal, agua tibia con levadura activada y aceite de oliva (no mantequilla, ojo).
-Una vez que tengas la masa lista, ponle una capa delgada de aceite de oliva encima y déjala reposar por al menos una hora y media. Esto es para que, cuando la pongas en el recipiente, la la realmente se frite en contacto con el calor.
-Sabemos que cada horno es distinto y que calientan en la misma manera. Pero recuerda: debes precalentar a 250 grados centígrados, durante al menos 10 minutos.
-Para que no se pegue en tu molde (lo cual es cardinal para que la pizza funcione y no se quiebre desde el momento en que quieras sacarla), rocía en la base de éste un poco de aceite en aerosol, así como un poco de harina.
-Ya habíamos hablado acerca de que cuando se come este platillo están prohibidos los remordimientos. Entonces toma nota de esto: no busques hacer las orillas muy delgadas, porque deben sostener el contenido de la pizza, que es abundante.
-Como bien dice siempre el legendario chef italiano Massimo Bottura, hay que ser generosos con los ingredientes. La naturaleza de la pizza Chicago lo amerita: usar mucho de todo. Mucho queso, mucho tomate, muchas verduras, mucho pepperoni, mucho pastrami.
No olvides que el tiempo de cocción promedio de esta pizza es de 30 a 45 minutos (una vez más, dependiendo de tu horno), que se hace a 210 grados centígrados, y que el 80% del proceso debe hacerse con papel aluminio cubriendo el recipiente. En la última parte sí debes retirarlo, para que gratine la cara superior de la pizza.