Por: Raquel del Castillo
Queramos o no las latas están presentes en nuestra alacena familiar. Son tan significativas que hasta Andy Warhol inmortalizó la sopa de tomate en su obra después de 93 años de que se inventaran las sopas instantáneas.
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En México dichas sopas tuvieron su apogeo en la mesa familiar durante los 90. ¿Quién no comió una crema de elote o de champiñones de niño durante esa época? Se acompañaban con croutones o diminutas galletas saladas.
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Tanta fue su trascendencia que, por más de una década, la sopa de fiesta en México era necesariamente una crema, receta que ya instalada en casa aumentaba un poco su prestigio cuando se le añadía nuez o una combinación de tres quesos.
No obstante, son platillos que ya no presenciamos en los banquetes ni en las cartas de los restaurantes. Hablando de clásicos, hay algunas opciones líquidas que están regresando —no necesariamente cremosas—, como la sopa de cebolla, un clásico francés por el cual apuestan Daniel Ovadía y Salvador Orozco en Frenchie.