Los recetarios son libros indispensables en cualquier biblioteca y casa mexicana. Nos acompañan en la travesía de conocer sabores y descubrir habilidades culinarias que muchos no sabíamos que teníamos. Son también una fuente indispensable para preservar y resguardar sabores y saberes que van de generación en generación. En México, los primeros recetarios –elaborados a mano–surgieron con la conquista española y nos acompañan hasta hoy en día. Te contamos más sobre el surgimiento de estos libros.
Por Scarlette Trejo
Los orígenes del recetario impreso en Occidente datan de 1470, con la publicación en Roma del De Honesta Voluptate, escrito por Bartolomeo Platina. De ahí, el uso del recetario se propagó al resto del mundo, llegando a Europa entre 1485 y 1695. A inicios del siglo XIX, el mundo gastronómico contaba con dos modelos de recetarios: el primero, dirigido cocineros profesionales; el segundo, con confección doméstica y más simple.
En México, los recetarios surgieron después del intercambio de productos entre España y México. En estos libros escritos a mano, la recetas originarias de Europa fueron modificadas: el clima, la humedad y la altura del “nuevo continente”, no permitían que dichas preparaciones pudieran llevarse a cabo tal y dictaban dichos librillos. Al encontrarse acá con ingredientes distintos a los de Europa, muchas recetas clásicas fueron modificadas gracias al uso de insumos nativos.
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Los primeros tres recetarios mexicanos
Los primeros recetarios impresos sobre gastronomía mexicana fueron publicados después de la guerra de Independencia. Se conocen tres fundamentales, que recogen las preparaciones más tradicionales de los hogares mexicanos. No obstante, los platillos indígenas no se contemplaron porque se consideraban “poco decentes”.
Cocinero Mexicano
Novísimo arte de cocinar
Fue el segundo libro de cocina mexicana, escrito por Simón Blanquel y editado en 1831 por Alejando Valdés. Este recetario presentaba recetas más elaboradas, tomando como base técnicas e ingredientes de la gastronomía europea, así como marcadas bases españolas. Sopas, ravioles, caldos, ensaladas, guisos con carne y postres son algunas de las preparaciones más estelares de este libro. Como dato extra, el autor dedicó esta obra a todas las señoritas mexicanas del país.