Después de 108 días de encierro por el COVID-19 llegó mi momento de hacer mi primer viaje y tomar un respiro por un fin de semana. Llegué al hotel Live Aqua Beach Resort Cancún y antes de ingresar uno de los empleados del lugar me tomó la temperatura, me ofreció gel antibacterial para las manos y sanitizó todo mi equipaje.
Atravesé la puerta principal después de pisar un tapete especial con una solución desinfectante, ya me esperaba alguien para apoyarme a hacer mi check in en uno de los mostradores, donde por cierto se instalaron acrílicos especiales para separar a los empleados de los huéspedes, ahí mismo se colocaron códigos QR para tener acceso a los menús de todos los restaurantes del hotel, también pude ver un mapa de su ubicación, los folletos y menús en físico desaparecieron. También se colocaron marcas en el suelo para mantener distancia cuando varias personas lleguen a registrarse.
El hotel operaba al 30 por ciento de su capacidad, sin embargo, la ocupación real era menor a ese porcentaje. Todo el personal lucía impecable, con cubrebocas y caretas todo el tiempo, algunos también usaban guantes. Dentro del hotel, en las áreas comunes, los huéspedes debíamos usar cubrebocas, en mi habitación, áreas abiertas y para comer en los restaurantes podía quitármelo guardando una distancia prudente con el resto de la gente.
En algunos elevadores había empleados del hotel solo dedicados a apretar botones para que no los tuvieras que tocar. Al llegar a mi habitación el “bell boy” dejó mi maleta en la puerta, se disculpó porque por protocolo no puede entrar a una habitación “esteril” y me explicó que una vez que se sanitiza alguna de las 371 habitaciones del hotel no entra nadie hasta que llega un huésped a ocuparla, el servicio de alimentos también se queda afuera de tu puerta.
Pedí de cenar a la habitación, un wrap de arrachera delicioso con un té frío de frutas, una ensalada de verduras mixtas y un alfajor de dulce de leche. La cena fue deliciosa, aunque pude notar que el servicio al cuarto se transformó por el COVID-19, ya no es el bello plato montado que llegaba adornado y hermoso bajo una tapa metálica, ahora es más similar a un “box lunch”, la comida viene en desechables ecológicos, los cubiertos también son desechables, la fruta o galletas vienen en celofán.
La habitación también lucía distinta, más minimalista, sin adornos ni objetos, sin cafetera o elementos de té, tampoco había mantas ni almohadas extra en el closet, aunque si necesitabas algo, cualquier cosa, podías pedirla. Las amenidades del baño se mantuvieron y también un aromatizante personal para colocar en tus almohadas. En Live Aqua las esencias juegan un papel fundamental y los aromas se convierten en una experiencia sensorial de relajación, eso no ha cambiado.
A la hora de desayunar en el restaurante principal la distribución de las mesas estaba acomodada de tal forma que había un espacio adecuado y sano entre los comensales, el aforo había disminuido y las mesas amplias ayudaban a que se mantuviera ese espacio aún para aquellos que venían juntos o comían de frente, por ello no se instalaron mamparas ni nada entre comensales. Los manteles de tela fueron reemplazados por manteles de papel desechables, las jarras de agua por botellas pet individuales, las servilletas de tela por papel, la sal y pimienta ahora era entregada en sobres individuales solo a petición del huésped.
Los centros de mesa y el bufete quedaron eliminados, solo servían desayunos a la carta, sin embargo, como el concepto del hotel es “todo incluido” podía pedir cualquier cosa, me decidí por unos huevos benedictinos con salsa de chipotle, un chocolatín y un jugo verde con aguacate y semillas de chía.
Recorrí las áreas de las albercas, los camastros se encontraban separados y en el área de toallas, estos elementos estaban empacados en celofán transparente. Todos los alimentos de la alberca se servían como en el “room service”, en desechables ecológicos. Las áreas de snacks que tradicionalmente hay en algunos pasillos ahora solo tenían bocadillos de pan o galletas empacadas también en bolsas de celofán individuales.
Ese día recorrí otros dos hoteles para ver distintos protocolos de limpieza que se estaban aplicando en todos los hoteles de Grupo Posadas. Fui al Hotel Fiesta Americana Condesa, donde me enfundé en un traje desechable nuevo que cubría desde mi cabeza a los pies lentes, guantes y cubrebocas n95 para entrar a una habitación y ver como la sanitizaban, yo solo lo hice por unos minutos, los empleados de los hoteles tienen que hacerlo diario por horas para limpiar cientos de habitaciones, afuera, la temperatura era de unos 35 grados, en pleno verano de Cancún.
Cada habitación se limpia a detalle, las sustancias que utilizan son ecológicas y no tóxicas para las personas, pero sí lo suficientemente eficientes para matar virus y bacterias y dejar un ambiente esteril. Utilizan unas estructuras parecidas a las de los fumigadores, con un alambre largo que llega a todos los rincones de la habitación, sanitizan las camas, las almohadas (que previamente se lavaron en lavadoras industriales a alta temperatura), los muebles, los cajones, el suelo, el techo, las cortinas y hasta los cajones, después salen y nadie entra hasta que algún huésped toma la habitación.
Ahí comí en uno de los restaurantes del hotel. Noté que ya no había salseros en la mesa, ni platillos para compartir, ahora te traían las salsas, el guacamole y los totopos en porciones individuales y cubiertas por una película de plástico aislante.
El tercer hotel que visité fue el Grand Fiesta Americana Coral Beach de Cancún, realmente me sorprendió no solo por lo hermoso que es y por todas las creativas experiencias que tiene, sino porque literalmente me abrió las puertas hasta las entrañas, entré a áreas que solo son para empleados, para ver todo lo que hay detrás del proceso de higiene y de cuidado al detalle que tienen con el personal del hotel.
Los empleados tienen un transporte especial que los lleva y los trae de su casa al trabajo y viceversa, de esa forma, no arriesgan a sus empleados a contagios y les evitan que usen el transporte público. El personal tampoco se puede llevar los uniformes a casa, cuando llegan al hotel les toman la temperatura y pasan a unos vestidores, ahí dejan su ropa con la que vienen de casa, se tienen que bañar y luego toman un uniforme limpio, hacen su jornada y al salir dejan el uniforme en un contenedor de lavandería, esta ropa de servicio es lavada y planchada todos los días. Entré a la lavandería del hotel para ver este proceso y cómo lavan las toallas, sábanas y todos los blancos de las habitaciones.
Al día siguiente tomé un masaje en el spa, las medidas de higiene ahí también son estrictas y los circuitos de agua, sauna y vapor aún están cerrados, solo hay servicio de masajes, la cama es sanitizada delante del cliente y le ponen toallas limpias.
Las playas públicas de Quintana Roo se mantienen cerradas, los clubes de playa también, sin embargo, en los hoteles que cuentan con playa sí están abiertas estas áreas para huéspedes, pueden meterse al mar o simplemente estar solos en una sombrilla disfrutando de un buen trago y de un día en la playa.