La comida callejera en la Revolución Mexicana alimentó a soldados, esposos, hombres de guerra y hasta vagabundos. Conoce algunos platillos que se cocinaban.
La faena de la comida callejera es todo un tema que confronta los diversos “platillos rápidos” y tradicionales que podemos encontrar de manera literal en la esquina de cualquier calle desde hace mucho tiempo. La Revolución Mexicana fue una época en dónde este tipo de comida callejera comenzó a verse con más frecuencia.
Por Pamela Trejo
Este tipo de comidas ha acompañado a la civilización principalmente de las urbes y tras la fundación de distintos pueblos. La comida callejera puede verse desde un inicio en la época prehispánica, pues encontramos los mercados en dónde se hacían intercambios de comida o bien se vendían algunos alimentos ya preparados. Con el paso del tiempo la comida callejera fue evolucionando y creciendo junto con la economía.
La época de la Revolución Mexicana fue uno de los momentos principales en donde se descubre la comida de los diferentes tipos de regiones debido al desplazamiento y precariedad que se vivía en toda la Republica y la necesidad de emigrar hacia otras partes de la misma. Las mujeres, o bien las adelitas, como sabemos fueron una base muy importante de la alimentación de las familias, soldados y todo tipo de personajes en el siglo XX en México. Algunas de estas mujeres se especializaron en la venta de comidas y bebidas; las chinas eran vendedoras de aguas frescas.
En el libro Sabores de México el Doctor en Historia José Alberto menciona como García Cubas describe a estas mujeres: “Detrás de una mesa de vasos de vidrios de aguas fermentadas, coloradas o amarillentas una, de incierto color otras, gritaba: A la buena chicha fresca, aquí hay un tepache, aquí hay tibico”.
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Existían aparte de las chinas, las vendedoras de buñuelos, que bien conocemos como buñuelos de rodilla; su puesto era una pequeña tabla elevada, su cazuela con mucho aceite y sus dos palillos para girar la costra de masa que burbujeaba al entrar en contacto con el aceite.
La frutera también participaba en esta vendimia, ella se encontraba alrededor de muchas frutas que ofrecía a los pasajeros de la calle. Las eloteras y garnacheras se hacían presentes con los diversos guisos, así como las tortillas que nunca podían ni pueden faltar en este país; los tacos de canasta, los pambazos que en ese momento eran panes enchilados y la diversidad de los platillos de inmigración comenzaron a dar de comer principalmente a los hombres. Cabe recalcar que los quelites, dada su fácil reproducción y recolección, fueron fundamentales en la cocina callejera.
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El menudo, la cochinita, las tlayudas, empanadas, pastes, pozole y tacos dorados, fueron evolucionando con el paso del tiempo y acomodándose en las banquetas o cualquier lugarcito disponible.
En varios relatos se menciona que las personas de alta alcurnia deseaban estos alimentos, pero al ver que su renombre podría verse afectado mandaban a sus trabajadores a conseguir alguna de estas delicias callejeras.