Un lugar de intercambio de maíz, frutas y animales de caza, pero también de oro y algodón
En la Sala Mexica del Museo de Antropología hay una maqueta que recrea el Mercado de Tlatelolco, el centro comercial y social más importante para los aztecas, que impresionó a conquistadores y cronistas españoles por su grandeza y por su organización.
Por: Andrea Vázquez Azpíroz
Este mercado, que era punto de encuentro económico y social para los tlatelolcas, estaba dividido en calles y en cada una se encontraban productos diferentes. Ahí vendían alimentos como maíz, frijol, calabaza, chile, cacao, legumbres, frutas, aves, animales de caza y productos lacustres y marinos, además de miel de maguey y bebidas de cacao. También practicaban herbolaria y era legal la compraventa de esclavos.
Además, se ofrecía comida preparada tanto para quienes iban a comprar al mercado como para los vendedores; entre los platillos que se podían comprar estaban las tortillas con guisos de frijol o chile, atoles, tamales y tlacoyos rellenos de frijol o de haba. También vendían pescados en hojas de palma.
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Se podían comprar piezas de oro, plata, cobre, plumería, algodón y loza; estos productos se tenían que traer a Tlatelolco desde tierras lejanas; los individuos especializados en el comercio a larga distancia entre todas las regiones que integraban el imperio mexica eran los pochtecas, que llevaban todos estos productos al mercado. Otros personajes importantes eran los tamemes, que fungían como cargadores: transportaban mercancías en sus espaldas.
El mercado de Tlatelolco siempre fue un lugar ordenado gracias a los gobernantes, que cuidaban que todos los puestos estuvieran en su lugar, limpios y que se mantuviera la paz en todo momento. Funcionaban como una especie de jueces, y tenían la función de garantizar que todo funcionara bien.
El intercambio de productos se hacía a través del trueque, aunque también se cambiaban productos por cacao, polvo de oro, cobre o ciertos textiles; todo esto funcionaba como moneda.
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De acuerdo a crónicas de conquistadores y cronistas como Hernán Cortés o Bernal Díaz del Castillo, el mercado de Tlatelolco era uno de los puntos de encuentro más importantes. Según Cortés, este mercado recibía a unas 60 mil personas todos los días. Y, además de ser el lugar en donde los habitantes del Valle de México iban a conseguir los productos que necesitaban, también se reunían para intercambiar noticias, puntos de vista o ponerse al día en hechos cotidianos.
Otra interpretación de este mercado, que estaba ubicado al suroeste del Templo Mayor, se puede encontrar en las paredes del Palacio Nacional. El Mercado de Tlatelolco, obra de Diego Rivera, representa este importante centro de intercambio. Para pintarlo, Rivera se basó en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo; ahí podemos ver sembradores de maíz, recolectores de chile, calabaza y frijol, así como hilanderas, fabricantes de papel y curanderos.
Este mercado y punto de reunión sentó las bases para nuestra forma actual de comercializar alimentos; algunos autores dicen que el Mercado de Tlatelolco fue el antecedente del mercado más grande del mundo, y del que depende la alimentación de los que vivimos en la CDMX: la Central de Abasto.