La piñata es una tradición que lleva siglos recorriendo el mundo, y ha sido desarrollada y recibida incluso por culturas que no se conocían entre sí.
Por Michelle López – @Mich_Lv
El origen de la piñata
Uno de los primeros orígenes de la piñata se remonta a los chinos antiguos: ellos hacían figuras de vaca o buey, que llenaban de semillas y rompían durante Año Nuevo; después de romper la figura, la quemaban y repartían sus cenizas, que consideraban de buena suerte. Marco Polo fue el encargado de llevar esta tradición asiática a Europa, donde los italianos crearon el término pignatta, “olla de barro”.
La piñata en México
En el caso de México, y siguiendo el camino de muchas tradiciones actuales, la piñata es una fusión de costumbres prehispánicas adaptadas por los evangelizadores que llegaron con la Conquista: originalmente los aztecas celebraban el nacimiento de Huitzilopochtli rompiendo vasijas de barro rellenas de ofrendas para la deidad. Como la celebración del dios también ocurre en diciembre, la nueva religión retomó el concepto para cristianizarlo.
– Origen y beneficios de la jícama
El relleno clásico de la piñata es fruta de temporada: caña, mandarina, jícama, tejocote, y cacahuate, además de colación, pero hoy en día todo se vale y podemos encontrar cualquier mezcla de dulces y hasta pequeños regalitos al interior de la piñata.
Las frutas de la piñata, además de coloridas y típicas, tienen muchísimos beneficios: la mandarina es refrescante y un excelente digestivo lleno de fibra; la caña de azúcar es un gran aintiinflamatorio y además ayuda a mantener la saludo de los riñones; por su parte el tejocote es diurético y recomendado para quienes padecen hipertensión. Otro infaltable es el cacahuate, fuente de proteína y ácido fólico, mientras que la jícama hidrata y llena con un mínimo contenido calórico.
La piñata en la actualidad
Ahora, por supuesto, la forma y concepto de la piñata ha evolucionado y es sobre todo una fuente de convivencia y diversión. Lo más común es encontrar a nuestros personajes favoritos (y políticos no tan favoritos) en todos tamaños y colores de papel maché.