Conoce la cocina de penca de doña Claudia, una cocinera tradicional del municipio de Santiago de Anaya, en el estado de Hidalgo.
Santiago de Anaya es uno de los 84 municipios que conforman el estado de Hidalgo. Aquí, todo lo que florea, corre o vuela, va directo a la cazuela. Más que un dicho popular, esto es toda una realidad, pues el lugar se distingue por tener una de las gastronomías más tradicionales del estado. En este municipio vive doña Claudia, quien desde su cocina de penca honra la gastronomía tradicional del Valle del Mezquital.
Por Scarlette Trejo
Entre muros de pencas de maguey y una base de adobe, se encuentra la cocina de penca de doña Claudia: una cocinera tradicional de la comunidad de Hermosillo, quien desde hace más de 40 años dedica parte de su vida a la elaboración de alimentos. Doña Claudia Hernández Ángeles es embajadora de la cocina hidalguense y ha sido ganadora en múltiples ocasiones de la muestra gastronómica de su localidad. Así mismo, ha participado en realitys de televisión y concursos nacionales, siendo el certamen ¿A qué sabe la patria? 2021, su logro más reciente.
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Pero para doña Clau, como le dicen sus vecinos, no todo es concursos y premios. Mientras prepara una salsa de chapulines y chile de árbol, ella nos explica como nació su amor por la cocina. Parada a la orilla del fogón de leña, pero sin dejar de moler la salsa en el molcajete, recuerda su infancia: explica que creció en una familia de nueve hermanos. Su madre “fue una mujer humilde, pero trabajadora”, asegura. De ella aprendió a cocinar y a recolectar los alimentos del día.
“Ella se levantaba a la 1:00 de la madrugada a raspar el maguey y obtener pulque y aguamiel; por ese entonces se vendía a 10 centavos el litro. De esa manera, sacó adelante a toda la familia. Por las mañanas, salíamos a recoger flores al campo, a veces cazábamos, podía ser un xincoyote –una variedad de lagartija en el Valle del Mezquital– o un conejo, si bien nos iba. Regresando, preparábamos el atole de aguamiel y desayunábamos. Así aprendí a cocinar, siguiendo los pasos de mi madre”.
Respecto a su cocina de penca, Claudia comenta que dicha arquitectura es la tradicional de la cultura Hñähñú. En lugares como ese fue donde creció y en donde se realizaban todas las actividades de la casa: comer, dormir, descansar, cocinar, etc. Dicha cocina, explica, es un homenaje a su infancia, a sus recuerdos y por su puesto, a su saber culinario adquirido a través de la experiencia.
Para esta cocinera tradicional, más que los premios, su principal objetivo es difundir y preservar los saberes culinarios de su comunidad. Como dice el dicho “el buen juez por su casa empieza”, y aquí, doña Claudia no es la excepción, pues ha enseñado a su hija más joven la preparación de alimentos tradicionales.
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Llena de alegría y con un ánimo que contagia a cualquiera, doña Claudia nos empapa de sus historias y saberes. Nos cuenta cómo ganó su primer concurso gastronómico y el premio que obtuvo. Mientras voltea ocasionalmente las gorditas y tlacoyos expuestos en el comal de barro, nos señala una vieja cazuela: “Ese fue mi primer premio”, apunta. Esta y otras historias más se apoderan de la tarde y el tiempo transcurre rápidamente entre el humo de la leña y los olores que emanan del comal.
Lista la salsa de chapulines y chile de árbol, así como las gorditas de flores de calabaza, chapulines, queso y tierritas, doña Clau nos invita a pasar a la mesa. Nos sirven un vaso de agua de xoconostle y nos convidan a probar las delicias preparadas por las manos de esta maravillosa cocinera.
Mientras degustamos nos cuenta que anteriormente recibía a jóvenes estudiantes o interesados en la cocina tradicional; les mostraba la preparación de alimentos, desde la recolección, así como la elaboración de los mismos. Esta actividad la llenaba de orgullo, pues así mantenía viva la riqueza gastronómica de su comunidad. No obstante, la pandemia evitó que se siguieran llevando a cabo estas labores, por lo que doña Claudia optó por vender comida los fines de semana al público en general desde su casita de pencas.
En esta cocina, no sólo se ofrece comida, sino también historias. El ambiente es cálido y la comida exquisita. Aquí, cada fin de semana, se abarrotan sillas y mesas con comensales dispuestos a disfrutar las delicias del día. Desde un plato de malvas, pasando por frijoles quebrados, gorditas de quelite, flores comestibles de la región, etc., hasta platillos más elaborados como mole al horno, pozole o zacatamal (un tipo de zacahuil).
Con la barriga llena y el corazón aún más contento por semejante experiencia, nos despedimos de doña Claudia, no sin antes prometer volver pronto.
¿Cómo llegar? UBICACIÓN
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Número de contacto: 772 128 3823
Cheque promedio por persona: $120 con bebidas