Seguramente en alguna ocasión has oído hablar del borsch o borscht, una sopa tradicional de Rusia y Europa del Este. Conoce todo acerca de esta deliciosa costumbre.
Por Michelle López – @Mich_Lv
Su origen se traza hasta Ucrania y es la sopa oficial de ese país, que la utiliza para combatir las gélidas temperaturas de la región. Algunas versiones permiten que se sirva fría, sobre todo en verano, pero la tradición es el caldo calientito.
Lo más característico de esta sopa es su intenso color rojo, que toma del betabel que es pieza clave. La base suele ser un caldo de res, al que se le agregan verduras y trozos de carne al gusto, sea pollo, jamón o cerdo. El betabel añade un sabor ácido a un guiso cuyo eje principal es la cantidad y complejidad de sabores. En algunas festividades religiosas la carne puede sustituirse con verduras.
Ritual del té, la gran tradición rusa
Llegó a América gracias a los migrantes judíos y menonitas y ha contribuido a preservar la historia e identidad de estas comunidades. Otras partes de Europa retoman este platillo, como Lituania, Moldova, Rumania y Polonia, aunque la presentación puede cambiar radicalmente; por ejemplo, la versión polaca, aunque lleva el mismo nombre, lleva un caldo claro.
El borsch es el territorio de madres y abuelas, cuyas recetas son personalizadas e intocables. Este platillo no puede faltar para abrir cualquier comida casera y desde que empieza a prepararse hasta que se sirve constituye todo un ritual. Se dice que la sopa debe estar tan concentrada y llena de elementos que el cucharón pueda sostenerse en el centro sin tocar los bordes de la olla. La cocción es lenta para que todos los ingredientes liberen el máximo potencial de sus sabores, y es de los platillos que saben aún mejor al día siguiente.
Puede servirse aliñada con pampushki, panecillos con ajo, o smetana, crema ácida.