Te decimos dónde surge y cómo se prepara esta bebida tradicional de los domingos, especialmente de la hora del brunch
Por: Héctor Gil (@hectorgilmejia) y Fernanda Hernández (@ferhernandez_v) / Foto: Alex Vera @FotoGastronómica
Se dice que no puede haber brunch sin mimosas, esas bebidas elegantes socialmente aceptadas para curar el cuerpo después de las parrandas sabatinas. Otros grandes clásicos de la coctelería mundial se popularizaron alrededor de los domingos al mediodía, como el Bloody Mary, que fue llamado originalmente Red Snapper y se creó en 1932 en el mítico King Cole Bar del Hotel St. Regis de Nueva York.
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La mimosa se creó a inicios de la década de los 20: el Buck’s Bar de Londres fue el primero en servirla y, más tarde, el bar del Ritz de París. Ambas recetas llevan jugo de naranja recién exprimido y vino espumoso (champagne preferentemente). La proporción más popular presenta ambos líquidos en partes iguales.
De acuerdo con Peter Field, quien compiló en 2003 todos los cocteles creados en el hotel Ritz mediante una reseña histórica, la bebida fue incluida por primera vez en el recetario de Frank Meier (bartender leyenda del hotel) en 1933. Su nombre hace alusión al color de las flores de mimosa, populares en el sur de Francia. Con todo, la costumbre de combinar vinos rosados y espumosos con jugos de fruta ha existido en la Côte d’Azur desde el siglo XIX.
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La fama y la trayectoria que hoy engrandecen a esta bebida pertenecen a los embajadores estadounidenses e ingleses, así como a la familia real británica. En su descripción, Field detalla lo siguiente: “La mimosa debe ser preparada al momento, sólo con jugo de naranjas recién exprimidas y sin hielo. Primero se sirve el champagne y, al final, el jugo, sin revolver el coctel, ya que añadir licores como Grand Marnier o incluso bitters de cítricos altera la sencillez de su composición original”.