Mujeres, en diversas áreas de la industria del vino nacional, hablan de cómo comenzaron y sus experiencias, además de los retos que enfrentan
Como muchas otras, la industria del vino en México es predominantemente masculina; la brecha salarial es una realidad, así como las dificultades a las que se enfrentan mujeres, desde complicaciones que se les presentan por ser madres hasta situaciones de acoso. Pero eso no les impide a ellas hacer el trabajo duro, y estar presentes en toda la cadena productiva.
Por: Andrea Vázquez Azpiroz
Astrid es gastrónoma, sommelier y, en sus palabras, “sibarita y conocedora”. Además de saber apreciación de vinos, destilados, tés y cafés, fue reconocida como la mejor sommelier en el Concurso Nacional de Sommelier Jr. en el 2016. Actualmente es gerente nacional on trade en Bornos Bodegas, un grupo de vinícolas españolas.
Su acercamiento a la gastronomía se dio gracias a su padre; “él es súper mezcalero, desde antes de que se pusiera de moda”, nos cuenta Astrid. Cuando le preguntamos sobre sus inicios en el mundo de los alimentos y bebidas, nos contó: “Siempre fui esa niña que no sabía qué quería; primero tenía ganas de ser arqueóloga, pero creo que es porque siempre me ha gustado la historia”, explica la sommelier, antes de contarnos, entre risas, que reprobó matemáticas y física en la preparatoria y por eso se tomó un año sabático antes de entrar a la universidad. Y, en ese año, entró a trabajar a un bar, y ahí descubrió lo que le gusta más: la gastronomía y el servicio.
“Ahora, todos me dicen ‘¡qué padre tu trabajo! ¿tú tomas?’, a lo que yo respondo: sí, si tomo, pero también leo, me preparo, soy competitiva, me gustan las ventas.” A Astrid le gusta difundir la cultura del vino; ella cree que a través del fermentado se puede conocer un poco de todo: historia, cerveza, tequila, mezcal, puros, quesos, procesos, agricultura, suelos, climas y más.
“Estar en este mundo me encanta porque es lo que yo soy. Pienso que sí soy lo que quería ser de chiquita: un poco de todo”, dice Astrid. Para ella, su trabajo es más que vender; es ayudar a la gente a olvidarse de lo que está pasando para aprender algo valioso y, sobre todo, hacer comunidad con la industria restaurantera para crecer entre todos: “sin competencia, con aliados comerciales.” afirma la experta.
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Rondi es publirrelacionista especializada en vino y autora del libro Vinicultores de las californias hispanas: 300 años de una tradición mexicana.
Ella es hija de padres estadounidenses; “no todos los americanos son súper liberales, pero mis papás sí lo eran, y me enseñaron que no había nada que una mujer no pudiera hacer. En una ocasión le dije a mi mamá: ‘yo quiero ser aeromoza’, porque veía a las mujeres en ese papel. Ella me respondió: ‘¿y por qué no piloto?’, entonces, si yo escuchaba que había ‘cosas de hombres’, no lo entendía.”
Rondi, antropóloga de formación, llegó a vivir a Ensenada por cuestiones nada relacionadas con el vino: un proyecto profesional que no prosperó. Entonces empezó a trabajar en Bodegas de Santo Tomás como publirrelacionista, en 1992. “En esa época había cinco vinícolas: Bodegas de Santo Tomás; Cavas Valmar, L.A. Cetto, Domecq y Monte Xanic, que estaba empezando.” Después de
trabajar en Santo Tomás, Rondi se fue a Monte Xanic; en ambas bodegas aprendió de vino de los meros buenos: los enólogos.
Hoy, Rondi es una de las mujeres –si no es que la mujer- con más experiencia y trayectoria en la industria del vino mexicano. Ella profesionalizó la labor de las y los publirrelacionistas en el medio y ayudó a construir las vendimias en el Valle de Guadalupe para lograr que fueran lo que conocemos hoy.
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Bibiana Parra se independizó siendo muy joven: “empecé a vivir sola y para terminar de pagar mi carreara me metí de edecán, desafortunadamente”, cuenta la profesionista. “En un casting para Brandy Torres, me preguntaron sobre mi experiencia y yo no me presenté como edecán sino como especialista en marketing, y así me ofrecieron el trabajo de brand manager en Bodegas La
Negrita.”
Después, la experta trabajo con vinos chilenos, intentó emprender y, luego de un tiempo, la buscaron de Monte Xanic. “Ahí empecé de lleno en el vino mexicano; comencé como gerente de trade marketing y luego me dieron oportunidad de encargarme de los eventos y los recursos de marketing. Me dejaron llevar a cabo muchas de mis ideas y nunca me impidieron crecer hasta que
mi jefa directa salió de la empresa y la reemplazaron por un hombre, que me sacó de la jugada y puso límites a mi creatividad.” nos contó Bibiana.
Le ofrecieron la dirección comercial de una distribuidora de vino, pero estuvo ahí poco tiempo: creció las ventas la empresa tuvo números positivos, “pero fue un fracaso profesional”, cuenta la especialista. Antes de salir de la distribuidora, Bibiana hizo varios viajes a Aguascalientes, a la vinícola Santa Elena. “Ellos me sugirieron vender su vino por mi cuenta. Esto no hubiera sido posible sin el apoyo de mi esposo, que se quedaba en el hotel a cuidar a nuestra hija mientras yo me iba a la vinícola.
Y así nació Tomemos Vino, la distribuidora especializada en vino mexicano que ahora Parra preside, mientras visibiliza las problemáticas de las mujeres que son madres en el terreno profesional y aboga por mejores condiciones para ellas.
Si alguien ha pasado por las aulas, es Cristina. Se formó como ingeniera agrónoma en la Universidad de Extremadura, España. Cuando terminó la carrera, hizo una maestría en viticultura.
“Me encantó, de hecho me metí de colada en una bodega para aprender a hacer vino. Decidí estudiar la licenciatura en enología y después el doctorado. Me encanta el mundo del vino: la investigación, avanzar, usar tecnología, innovar y estar al día. En la enología, como en cualquier ciencia, hay que estar al día, porque está en constante evolución.” Nos contó la enóloga.
Cristina ha trabajado en biotecnología y enseñanza, pero lo que más le gusta es hacer vino. Llegó a México porque una universidad la contactó para dar clases; “me parecía un reto maravilloso”, explicó, “acepté, me lancé a la aventura total y absoluta. Mis familiares me decían: ‘¿a dónde vas, loca?’. Pero me fui.”
En el 2013 comenzó a trabajar como enóloga para Monte Xanic, y en el 2019 se integró al equipo de Bodegas de Santo Tomás, como enóloga también. Le preguntamos por qué hay tan pocas mujeres enólogas en México; nos explicó que ella atribuye ese sesgo a que no existe la licenciatura en enología en el país; las y los que quieren dedicarse a ello, tienen que estudiar fuera.
Ella anima a todas las mujeres que quieran profesionalizarse en ello a hacerlo: “que lo hagan, que se formen, se puede con tesón, perseverancia y con la consciencia de que no es necesario ser super woman. No nos debemos de dejar avasallar. Hay que ser trabajadoras y hacer que eso sea nuestra carta de presentación.”