La palabra cocol es de origen náhuatl y no tiene traducción, pero significa apapacho. “Recuerdo que de pequeña, mi abuela acostumbraba a darme un cocol con nata fresca o con crema, acompañado de un buen tarro de café con leche; jamás imaginé que ese pan con intenso sabor anís, tenía tanta historia detrás”.
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El cocol es un pan que ya existía antes de de la llegada de los españoles, se hacía con maíz, miel y semillas; con la llegada del trigo, comenzó el auge del pan en México. Recordemos que durante el gobierno de don Porfirio Díaz, las panaderías de barrio estaban en su máximo esplendor.
Muchas de estas recetas se fueron adaptando, conforme a los insumos locales. Este tipo de pan se elabora con harina de trigo, piloncillo, huevo, mantequilla y anís. Su textura es un poco seca y consistente, en muchos pueblos acostumbran agregar un poco de anís molido a la masa, lo cual le da un tono ligeramente gris a la pieza.
Existen dos tipos de cocoles, los de fiesta que son más amarillos y con bastante ajonjolí por encima y los de clásicos de panadería de pueblo que se hacen con un fermento de miel y llevan bastante anís.
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Receta
- 500 g de harina
- 15 g de levadura
- 2 huevos
- 100 g de piloncillo
- 80 g de azúcar
- 2 cucharadas de anís
- 200 ml de agua
Colocar todos los ingredientes en la batidora hasta tener una masa suave, dejar fermentar media hora. Después formar las piezas y dejar fermentar 15 minutos más. Barnizar y hornear 25 minutos a 200°C.