La aventura empieza cuando se aterriza en el aeropuerto de Calama, desde Santiago, la capital del país, una apacible localidad resguardada por imponentes montañas y volcanes guardianes de los Andes, fuente de inspiración de antiguas civilizaciones que desde hace 10.000 años han forjado las tradiciones y cultura que hoy cautivan y hechizan al viajero.
La belleza es una constante en la vida lugareña, pues además de contar con dos ríos, hay enormes salinas llenas de flamencos, meseta, lechos de césped y grutas de sal, mientras que en sus poblaciones podemos ver museos, restaurantes, una iglesia histórica y una amplia variedad de artesanías.
El propio San Pedro parece no ser lo bastante grande para absorber las hordas de viajeros que llegan; es poco más que un puñado de pintorescas calles de adobe que se agrupan alrededor de una bonita plaza bordeada de árboles y una iglesia postal perfecta. Sin embargo, en la última década se ha visto una proliferación de casas de huéspedes, resorts de lujo, restaurantes, cibercafés y agencias de viajes dispuestas en sus polvorientas calles, convirtiendo la ciudad en una especie de resort de montaña.
Efectivamente, San Pedro sufre de los inconvenientes clásicos de cualquier destino turístico con personalidad: los altos costos, irritantes restaurantes y agencias de viajes que pelean por atrapar al turista. Sin embargo, la ciudad tiene un ambiente relajado que lo hace adictivo, además de una variedad de excursiones para descubrir la magia del destino.
Dentro de este ambiente apacible, en San Pedro, donde las calles son sombreadas con árboles trenzados por el desierto y engalanadas con preciosas cercas talladas a mano, a tan sólo una cuadra de la calle principal de San Pedro, se encuentra un alto muro de adobe, erigido según la usanza antigua y que resguarda a Awasi, un complejo de hospedaje que en donde no es válida la frase “para sentirse en casa”, porque me atrevo a decir que es mejor.
Awasi Atacama se vive como un pequeño oasis en el desierto, en el que el atardecer y la salida de la luna se disfrutan con la magnificencia de un espectáculo privado. Este hotel es el resplandor de la forma en que los ancestros incas vivían y construían sus hogares, pero llevado a un alto nivel de lujo y de confort. Un historiador local apoyó a los creadores durante su construcción, recreando las estructuras antiguas para transportarnos a un mundo diferente.
Es para descubrirse en la serenidad de tu soledad, pues con sólo diez habitaciones es fácil perderse en la exquisitez de sus servicios. Aunque cada espacio de Awasi es cómodo y cálido, las habitaciones son un edén. Cada una ha sido construida con materiales como adobe, piedra y madera, de forma que se mantengan frescas durante el día y cálidas durante la noche. Las moradas son enormes, cuentan con un vestidor y baño espacioso, regadera externa en un patio privado desde donde se ve la claridad del cielo, perfecta para un baño de luna.
Tips para vivir la magia de Valle del Elqui
Cada vez que el huésped regresa es sorprendido con grandes detalles, pero su mayor atractivo es contar con nuestro propio guía privado, para recorrer los lugares que queramos a nuestro propio tiempo. Después de pasar el día explorando el desierto y la calidez de la gente, regresamos a disfrutar las áreas comunes de Awasi, como sus fogones, livings, albercas y claro, tomando unos deliciosos pisco sours en el bar que está junto a unos braseros para pasar el frío del desierto.
Escrito por: Deby Beard