La delicia de los tamales nos ha acompañado desde tiempos prehispánicos. Conoce el origen, evolución y algunos datos curiosos de esto pequeños trozos de felicidad.
Aunque en México todo el año es Día del Tamal, algo tiene estos milagros de masa que el 2 de febrero saben todavía más ricos.
Por Michelle López – @Mich_Lv
Uno de los días mas ansiados del año es en el que pagamos la deuda quienes salimos premiados durante la vorágine de rosca. Los tamales, como tantos elementos de nuestra cultura, son de origen prehispánico y adaptación española-católica: originalmente se preparaban para servicios religiosos aztecas y ahora representan el apadrinamiento y presentación del niño Jesús.
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Hablar de tamales invariablemente nos remite al hogar, a desayunos en familia, o por qué no, a esos ratos de chisme matutino en la oficina. Sólo 10% de los tamales comprados son para el consumo de una sola persona: el punto es compartir no sólo la comida, sino un rato agradable. Más de la mitad de los tamales son consumidos en la mañana, y de que esté bueno o malo, frío o calientito, picoso o desabrido, depende el resto de la jornada.
La Ciudad de México es el único lugar en el que “verde” es un sabor, y todos sabemos perfectamente a qué se refiere: esa salsita con el perfecto balance de acidez y picor. Ni siquiera es posible recordar el momento preciso en que nos explicaron en qué consistía un tamal “verde” – es un conocimiento que adquirimos de nacimiento. Aparte de ese clásico, los más consumidos son el de rajas, de mole, de dulce y los “ricos y deliciosos tamales oaxaqueños” cuya bicicleta has visto pasar toda tu vida.
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El tamal con su atole es un ritual en la vida de millones de mexicanos. La cuarta parte de todos los tamales disfrutados se gozan en compañía del atole. El preferido de las masas es el champurrado, aunque según el día y el lugar puedes encontrar sabores como pinole, cajeta, rompope o fresa.
Maridaje de tamales con cerveza
Lo comemos únicamente por amor: 45% de las veces se degusta un tamal o un atole por el simple placer de hacerlo. Tiene un sabor cálido que inmediatamente nos hace sentir como en casa y nos reconforta a lo largo del día.
Hay muchos tamales gourmet, pero ninguno sabe mejor que el de bote callejero. ¿Qué sería de los citadinos ajetreados sin la doña o el señor de quienes depende la alimentación de toda una torre de oficinas? Son esos héroes sin capa que merecen un lugar especial en la historia popular.
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Podemos debatir infinitamente acerca de si la quesadilla lleva o no queso, pero lo que nadie puede poner en duda es la grandeza de la guajolota: ese imperio de bolillo y tamal al gusto, que si le hablas bonito al del puesto hasta te puede poner algo de la crema de los chilaquiles para máximo efecto.
Los tamales están presentes en todos los hogares, independientemente de la composición o nivel socioeconómico, y es que resulta imposible resistirse a su encanto. Así que donde estés, hagas lo que hagas, seas quien seas, no dejes de celebrar todos los días con un delicioso tamalito.