Los speakeasies eran el refugio de aquellos quienes buscaban beber y disfrutar de una buena noche de jazz y baile. Esta costumbre sigue viva en CDMX.
Por: Mario Zumaya Cruz
Los speakeasies eran el refugio de aquellos quienes buscaban beber y disfrutar de una buena noche de jazz, baile y en muchas ocasiones, ligue.
Lugares generalmente ocultos de los Agentes Federales en el sótano o la bodega de un establecimiento legal, repletos de licor fabricado o contrabandeado por leyendas como Al Capone y “Lucky” Luciano.
Escenas como la siguiente eran muy comunes en los años 20 en EE.UU, durante los años de la Prohibición:
Entramos a un pequeño restaurante. Quedan algunos comensales. Al fondo, podemos ver una joven pareja besándose. Volteo a ver a mi chica… me encanta cómo su sombrero queda sobre su cabellera rubia y cómo su vestido suelto cae sobre las hermosas caderas que acerco a mí con mi mano derecha.
Me voltea a ver con esos preciosos ojos pequeños y oscuros tras sus lentes y devuelve la mirada al frente, donde está Victor, sentado en un banco de madera y fumando un cigarro junto a una pequeña puerta que lleva a una bodega. O por lo menos, ahí es a donde los ignorantes creen que lleva.
Nos ve, sonríe, se levanta y saca una llave de su bolsillo. La gira y apenas se empieza a abrir la puerta llega un olor penetrante a cigarro y se escucha la improvisación del baterista de la banda.
Esta trastienda llena de mujeres y hombres blancos, afroamericanos y uno que otro latino ha sido nuestro refugio por meses. Ya hasta tenemos nuestra mesa “de siempre” en la que nos sentamos con Gerard y su amigo de esta noche. Mi chica se acerca a mi oído y me dice que le pida lo de siempre, mientras ella se va a sentar con nuestros acompañantes, no sin antes acomodarme un beso en el cuello.
Me acerco a la barra. “Un cocktail con Coca-Cola y uno con Ginger Ale, por favor”. Mientras el despachador saca los vasos oigo esa voz familiar: el subsecretario de finanzas, mi jefe. Está sentado a la barra en medio de dos mujeres con ese nuevo bob cut. Entre frases capta mi mirada y voltea a verme. “Gracias por hablarme de este lugar, Albert”. Alza su highball y lo apunta hacia mí, asintiendo felizmente.
Los speakeasies, o por lo menos su concepto, quedó en la historia y ha vuelto a nuestros días, materializándose en pequeños establecimientos en muchas ocasiones “secretos” en los que podemos disfrutar bebidas, jazz y hasta alta gastronomía.
Gastrobares, la delgada línea entre un bar y un restaurante
El acceso a sus cenas temáticas es con previa invitación o reserva y un día antes se te enviará por correo electrónico su ubicación, que podría cambiar constantemente, así como su carta.
Parker & Lennox
La entrada es por Lennox, “la tapadera legal” de Parker, un bodega amplia y elegante decorada con una larga barra, mesas de madera, sillones de terciopelo y coronada con un pequeño escenario de cortinas rojas donde se presentan bandas de jazz.
Zinco Jazz Club
Dentro de las antiguas bóvedas subterráneas del Banco de México encontrarás este club con una impresionante cartelera de jazzistas, siempre acompañados de deliciosos tragos y cenas internacionales.
NOM
Al final de un callejón hay una pequeña puerta a una cocina central, rodeada de una barra donde todos pueden apreciar la preparación de los deliciosos platillos que forman parte de comidas y cenas de varios tiempos, acompañadas de vino y cerveza artesanal. Todas sus pocas sillas son por reservación, excepto dos que en fin de semana pueden ser ocupadas por orden de llegada.