Quizá nunca te habías preguntado si la vajilla en la que comes influye de cierta forma en cómo te alimentas. La respuesta es: sí.
El color afecta muchos aspectos de nuestras vidas. La comida que nos llevamos a la boca todos días no es la excepción, y los recipientes en los que servimos esa comida, menos.
¿Has notado que si te sirven unos huevos a la mexicana, o una quesadilla, o un arroz rojo, se te antojan mucho si vienen en un plato amarillo, que en uno azul o verde? Es normal que te ocurra eso. Y lo que hay detrás de dicho fenómeno es, nada más y nada menos, que la psicología del color.
De acuerdo con estudio de la Universidad de Oxford, titulado “Colores de fondo y su impacto en las percepciones sobre la comida y el comportamiento”, a cargo del investigador Charles Spence, no sólo es el color como tal de la vajilla que uses, sino también el ambiente que logre la luz que tienes disponible, así como los tonos que tengan las paredes del cuarto donde estés.
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De acuerdo con el experto,
“La gente obviamente no puede, literalmente, ‘probar el plato’; no obstante, el color del plato, cuenco, vaso, taza, cubiertos y hasta el empaque de los alimentos pueden influir en cuánto se les antojan, a lo que saben y hasta cuánto terminan consumiendo de ellos”.
Aunque cada persona percibe de distinta forma el color, hay generalidades que se cumplen casi siempre.
Una loza de colores cálidos como el amarillo, naranja o rojo hará que comas más. Pasa lo mismo con el marrón.
Ahora bien, si tienes una vajilla completamente blanca, o con decoraciones sutiles, la comida que sirvas en ella dará la impresión de estar cocinada de forma impecable y limpia. Además, ayudará a volver protagonista absoluto a lo que pongas sobre esa superficie.
Si lo que buscas es hacer dieta, no hay más: elige una vajilla azul o verde. Otro estudio del mismo Spence deja asentado que, cuando usas platos, vasos o tazas de estos colores, generalmente comes menos porque se te antojan menos. En ambos casos esto tiene que ver con el hecho de que esos colores se relacionan con productos artificiales y, en el caso específico del azul, con medicinas.
Ahora bien, no hay que confundir el color de la comida, con el del fondo en el que la acomodas. Puede que un taco de canasta no se te antoje tanto en un plato verde; no obstante, estamos seguros que te comerías con especial felicidad una ensalada verde dentro de un cuenco de cualquier color. Así fuera azul.
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Otra cosa que descubrió Spence es que, para que un alimento sea más apetecible, debe haber una concordancia entre el color de la comida y el del fondo donde está sobrepuesta. Es decir, deben combinar. Ya sea que sean tonos distintos de un mismo color, que si simplemente son colores que van bien juntos.
Ahora que sabes esto, con todo y el fundamento científico en que se basa, quizá puedas usar más en tu favor el color de tu vajilla. Tanto si quieres que todo luzca más apetecible, como si buscas comer un poco menos. ¡Usa la teoría del color en tu favor cada que te sientes a la mesa!