Las manos que están en los platos de este artista mexicano-americano son vehículos e instrumento. Con ellas se cocina, se come, se crea y se cuentan historias.
Cuando “taqueamos” lo hacemos con las manos. Ellas reciben ese regalo preciado que es la comida: la palma es plato y los dedos son cuchara, cuchillo y agasajo al chuparlos. Los utensilios también pueden ser lienzos comunicantes y significativos. Los platos de Gennaro García captaron la íntima y mexicana esencia de comer con ellas.
Por Mariana Castillo Hernández @madame_bijoux, Fotografías de Alejandro Yanes @malejandroyanes
Gennaro nació en San Luis Río Colorado, Sonora y sus padres le enseñaron a ser creativo desde muy pequeño. El reto era diario: debía encontrar con qué entretenerse y hasta construir sus propios juguetes. Recuerda que participó en su primer concurso de dibujo cuando estaba en el kínder. A los 12 pintaba como rotulista, a los 18 decoraba las recámaras de sus amigos y hoy en día continua el viaje de su creación.
Cuando tenía veinte se mudó a Phoenix, Arizona por lo cual ser migrante lo entrañó con sus raíces y a la vez le dio experiencias y herramientas para nutrir su trabajo. Para él, todo el entorno es motivo de inspiración. Lo religioso, lo moderno, las injusticias, la soledad, el amor y los ojos de su hija. Sus musas pueden ser una sonrisa o los ojos de una mujer y siente que el abrazo de una madre a su hijo es una pintura perfecta. En los murales busca colores intensos; en la cerámica, lo innovador.
La comida y este artista tienen una relación cercana, cálida y de antaño. Gennaro siempre ha dicho con sabiduría que el comer algo que no te gusta es un desperdicio de hambre. Cuando se come se inician historias, se reviven momentos y se sueña despierto. Todavía recuerda el olor de las cocinas de su infancia y que ahora son colores en su obra. Vienen a su memoria los mercados y la comida de su padre. Ahora en su hogar cocina diario y su pasión por la comida es tan grande como por el arte. Para Gennaro ambas van mano a mano.
En su refrigerador no faltan cervezas, tortillas sonorenses, verdura fresca, leche para su capuchino, salsas hechas en casa y pollo asado para las ensaladas diarias de su esposa, Briseida. Sus platillos favoritos son la carne en su jugo y la carne asada pero si hay algo que le emociona es lo que él llama Mexican Omakase, que es sentarse en la mesa de alguno de sus cocineros favoritos y dejar que su imaginación lo alimente.
Desde hace años ha colaborado con restauranteros como Chris Bianco, Silvana Salcido y Marcela Valladolid pero fue con la colección Hecho a mano que se envolvió más en el mundo gastronómico e incorporo su arte en platos con más de 20 chefs en México y Estados Unidos. Además encontrarás sus pinturas y esculturas en restaurantes como Bracero de Javier Plascencia, Áperi de Matteo Salas o Casa de Julia de David Salgado.
En algunas de sus piezas hay mensajes con temas importantes como el de la conservación del maíz, la migración y la multiculturalidad pues considera importante la misión social en la comunidad artística. Es uno de los cofundadores de Calle 16, un proyecto en Phoenix que se centra en crear murales que representen lo diverso de las comunidades en aquella ciudad.
Como artista considera una obligación y una responsabilidad expresar lo que sucede en el mundo. El arte mueve masas, te hace pensar, enseña, señala e ilustra, no miente. Las manos que están en sus platos son vehículo, poesía y herramienta para dejar huella a través del tiempo. Con ellas comemos, creamos y amamos. La historia también se narra con las manos.