De un pan con mantequilla a unos ostiones a la parmesana, la mantequilla transforma el sabor. Asegúrate de conseguir la de mejor calidad con estos consejos.
¿Cómo evaluar la calidad de una mantequilla? Existen tantas opciones en el mercado y mitos alrededor que es fácil confundirse al momento de comprar un producto. Estos sencillos pasos te ayudarán a reconocer cuando una mantequilla realmente no es buena:
La mantequilla es completamente derivada de la leche, por lo que su único componente debería ser la crema y en todo caso sal. Ver entre los ingredientes algún elemento que no reconozcas es una señal de alarma.
En el caso de la mantequilla, el precio sí suele ser indicador de la calidad. Aunque los ingredientes sean sólo crema y sal, éstas pueden variar mucho en cuanto a consistencia y propiedades.
Mientras más pura haya sido la alimentación de la vaca (es decir, la dieta debería consistir casi en su totalidad de pasto), mejor será la leche producida para formar la mantequilla, y esto se reflejará en la textura, consistencia, aroma y sabor del producto final.
8 maneras de transformar la mantequilla
Prueba a cortar un pedazo de la mantequilla. Una pieza fresca tendrá el mismo color adentro que en la capa externa. Sin embargo, si el interior es más claro quiere decir que la mantequilla ya se ha oxidado y por lo tanto ha perdido algunas de sus cualidades.
La mantequilla debe preservar su aroma a leche, a limpio. Si al abrirla detectas un olor rancio, amargo o ácido, es una clara indicación de que la mantequilla ha rebasado ya la fecha ideal para consumirse y puede incluso ser nociva para la salud
Antes de comprar una mantequilla, procura observar el espacio en el que ha sido almacenada o transportada; esto será más fácil de verificar si adquieres de pequeños productores. La mantequilla nunca debe exponerse a la luz natural mientras se almacena, pues esto afecta sus propiedades y puede acelerar la descomposición.