Dos cocineras tradicionales de Uruapan, Michoacán, hablan sobre los platillos tradicionales de su tierra y lo que comían de niñas.
Benedicta Alejo y Juana Bravo son cocineras tradicionales de la meseta purépecha, del municipio de Uruapan, en Michoacán. Para ellas, la alimentación es un proceso que comienza desde el cultivo, y un saber que adquirieron de sus abuelas y que transmitirán a sus nietas, al igual que su lengua.
Por: Andrea Vázquez
Benedicta nos contó cómo es la alimentación cotidiana en San Lorenzo, Uruapan, donde ella vive: “preparo atápakuas (salsa de chiles, tomate o jitomate y cilantro o hierbabuena, se espesa con masa de maíz y se acompaña con quelites, hongos, carne o charales) de col de árbol con charales y quelites. Cuando es temporada de hongos, la hacemos así, y muy de vez en cuando con carne.
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Tengo que comprar algunas cosas en el mercado pero otras las tengo en el huertito de mi jardín y, algunas más, las consigo en el campo. Y, lo más importante; siempre que voy a guisar les pido a Dios y a la Virgencita que me ayuden, les digo: tú vas a estar conmigo y me vas a ayudar. Y sí, todos me dicen que los guisos me quedan ricos, pero es gracias a él y a ella.”
Juanita tuvo que aprender a cocinar desde pequeña para ayudar a su abuela, que estaba lastimada de una pierna: “Yo le arrimaba todos los ingredientes y así me enseñé a cocinar. Cuando era niña comíamos puro quelite y frijol de la olla o huevos rancheros, y hongos como el trompo de puerco; íbamos al campo a juntarlos, igual que los quelites, y todo lo hacíamos en salsa de molcajete.
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No conocíamos la grasa ni la manteca. Ahora ya me acostumbré a comer más carne, como la xandúcata, que es un mole de bistec con salsa verde y verduritas. Pero lo que más me gusta comer son tlacatamales, que es un nixtamalizado con ceniza de leña, queda una masa muy finita y muy bonita que se embarra en la hoja de la mazorca, le echamos xandúcata para rellenarlo y queda como un tamal.”
Los purépechas son uno de los grupos étnicos más grandes en cuanto a densidad poblacional. Se estima que hay alrededor de 12 millones de hablantes del idioma; su región está dividida en cuatro bioáreas diferentes, lo que nos da una idea de la gran diversidad, tanto biológica como
cultural y, por lo tanto, alimentaria.
Los platillos que Juanita y Benedicta nos contaron que preparan, basados en los hongos y en los quelites, son apenas una probadita de la riqueza de la cultura a la que pertenecen.