Muchos entusiastas preguntan, incansables, ¿cuál es el mejor vino? Algunos dirán: “el que más te guste”; otros, expertos en la materia, podrían discutir la afirmación anterior argumentando que algunos fermentados están correctamente elaborados y que hay mérito en su técnica, mientras que otros reflejan alguna falla en su proceso. La mera verdad es que no hay un mejor vino, hay ocasiones de consumo. Es decir, el mejor vino, es el que más se antoja.
Un tinto súper potente y estructurado se vuelve una misión difícil para unas vacaciones en la playa, por ejemplo. Mejor un blanco o rosado, con una acidez rica y refrescante, que se dejen tomar bien fríos.
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Una de las ocasiones de consumo más gozosas son las tardes de lluvia. Una gran opción es un Pinot Noir, que se caracteriza por sus aromas a frutos rojos, especias, hongos (como champiñones o setas) y clavo. Ésta variedad, originaria de Borgoña, Francia, pero con dignísimos representantes en Alemania, Estados Unidos y, por supuesto, México, se caracteriza por producir tintos de color bajito, aromas muy sutiles pero que apapachan, taninos amables y una rica acidez que hace de esta variedad una bien versátil. Queda de maravilla con hongos salteados, tocino y pizzas de quesos.
Si la lluvia trae consigo antojos un poco más dulzones, la opción (además de un pan dulce), es un Zinfandel. Se produce, sobre todo, en California, Italia (ahí la conocen como Primitivo) y Croacia. Ésta variedad es mucho más intensa: tiene un color potente, aromas bien marcados a mermelada de fresas o frambuesas y taninos muy presentes. Queda deliciosa con todo lo que tenga salsa barbacue; ¿qué tal una hamburguesa, una copa de Zinfandel, y un maratón de series?
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Para asumir las lluvias con seriedad y ceremonia, nada mejor que un Nebbiolo. Ésta cepa es uno de los representantes más importantes de Italia, con ella se producen los famosísimos –y costosísimos- Barolos y Barbarescos, pero en California y el Valle de Guadalupe la Nebbiolo
también ofrece intachable calidad con más amabilidad para el bolsillo. Al probar esta uva, podemos esperar aromas a cereza, rosa, cuero, anís y barro. Y aquí sí es mejor acompañar nuestra copita con un alimento con buen contenido graso.
Recordemos que el aroma a tierra mojada, que a muchos tanto nos gusta, es un descriptor aromático bastante común en los vinos tintos; en el mundo de los sommeliers, ese aroma se llama sotobosque. Qué bonito e intuitivo maridaje: copa de vino y ver llover desde nuestra ventana.