El primer largometraje animado que Disney realizó fue “Blancanieves y los siete enanos“, basándose en la historia de Jacob y Wilhelm Grimm pero ajustando los detalles de maltrato narrados en la historia, logrando hacerla apta para todo tipo de público.
Blancanieves era una niña que había perdido a sus padres, quedando al cuidado de su madrastra que de forma cruel y despiadada la envidiaba por su belleza, representadas en gran medida por su piel de porcelana e inmaculada y su cabello negro ébano, características que dieron origen a su nombre: de piel blanca como la nieve.
La madrastra practicaba la hechicería y diariamente preguntaba a su espejo encantado quién era la más bella de su reino para escuchar complacida que era ella. Todo cambió en el día que el espejo comenzó a responder que Blancanieves era la doncella más agraciada del reino, convirtiéndose en persona indeseable para la reina que jamás la apreció ni un poco.
Cuando el afán de la reina por ser la más hermosa llegó al límite en que ordenó a uno de sus sirvientes que matara a Blancanieves, la pobre tuvo que refugiarse en el bosque y llega a la casa de siete enanos con personalidades únicas. Lo que los une es trabajar juntos en una mina y su amor por la comida, así que en cuanto ven que Blancanieves sabe hacer puchero gallego y tarta de piña, deciden que conservarla es mucho mejor idea que echarla a la oscuridad del bosque pese al peligro que implica el que la reina sepa que la esconden.
Blancanieves cocina cantando, ganándose el aprecio de los animales que viven libres en el bosque y quienes le ayudan en las labores domésticas para mantener en perfecto orden la casa de los enanos, que dicho sea de paso, antes de su llegada, estaba repleta de telarañas.
Los manjares y cuidados ya no les faltan a los enanos hasta que la reina disfrazada le ofrece una manzana envenenada que la hace caer en un sueño mortal cuya salvación sólo puede proporcionarla el beso de un príncipe que la ame. En ese momento comenzó el cliché del príncipe encantado que ha de rescatarnos, la necesidad de verificar la procedencia de aquello con que nos alimentamos y el poder de saber cocinar un buen plato para compartirlo con los comensales más enfadados, para conquistarlos y tenerlos como aliados.
Por Ingrid Cubas @ingrid_cb
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