Los días en el Caribe son impredecibles, el clima cambia en cuestión de segundos y las nubes se mantienen en constante movimiento para procurar la vida paradisiaca a nuestros pies en el completo Mayakoba. El restaurante La Laguna del Fairmont Mayakoba es el refugio para encontrar energía en forma de alimento, mimos a modo de delicias e inspiración a través de su paisaje.
Por las mañanas ofrece un buffet a sus comensales, que incluye fruta fresca y jugos recién hechos, incluido el jugo maya de la región con delicioso sabor a piña. En la barra de cocina, el especial del día ha resultado ser el guisado de pollo en salsa de chile pasilla, de consistencia suave y que se lleva de maravilla con los chilaquiles cubiertos de crema y cebolla morada que encontramos en otra de las ollas de barro para servirse al gusto lo necesario a la par que disfrutamos de un café o un té.
Podría parecer exageración pero hasta en algo tan sencillo como un café se nota el delicatessen de cada ingrediente empleado en los alimentos y bebidas del Fairmont Mayakoba, mi capuccino llega inundándome con su aroma, con canela espolvoreada para hacerme disfrutarlo desde el primer trago mientras acompaño al par de panecillos que tomé: un rol de canela glaseado y un chocolatín.
Durante nuestro recorrido por la cocina, tuvimos la fortuna de pasar por la chocolatería y pastelería, que para cualquier foodie amante del pan y los postes como yo, implica todo un oasis repleto de antojos y maravillas. Resulta que este espacio del Fairmont Mayakoba jamás descansa, pues sus tres turnos se encargan de proveer al resort con pan fresco todos y cada uno de los días del año. Nos es posible ver algunas bandejas de pan fermentando, que hasta ese momento no sabíamos que podríamos saborear durante la noche, el pan siempre está crujiente y calientito, esponjoso y con el sabor ideal para acompañar los alimentos.
Otra opción para el desayuno es la estación de omelettes, para pedirlos al gusto con los ingredientes que cada quién desee en su dieta matutina. No hay guiso que no sepa a maravilla ni producto cuya frescura y selección no sea evidente. A cualquier hora, en cualquier lugar, los cuatro diamantes AAA del Fairmont Mayakoba se hacen presentes a donde sea que mires: las vajillas, la decoración, los espacios, la comida, el servicio que se muestra al pendiente de cualquier necesidad por mínima que sea, todo es un cúmulo de excelencia en cualquiera de sus interpretaciones.
Justo al lado del restaurante, se encuentra uno de los espacios predilectos para la celebración de bodas y eventos en el resort. Se trata de una alberca rodeada de camastros y camas lounge, con vista a la laguna. De día, el colorido que se mezcla ante la vista contrasta del azul cristalino de la alberca con el verde brillante de la laguna y lo blanco de los espacios. Por la noche, la luz sutil no compite con las estrellas que inundan el cielo, digno de admirarse desde la terraza del restaurante y sus pasillos que para sorpresa de muchos, pese a su ubicación en un lugar húmedo, se mantiene libre de mosquitos que quiten el apetito.
Toda la planeación de cada uno de los restaurantes y áreas del Fairmont Mayakoba está pensada en permitir al huésped disfrutar su estancia en contacto con la naturaleza, sin invadir al ecosistema. Es un hecho que los manglares que se encuentran en el complejo están más sanos hoy que hace diez años cuando comenzó la construcción y eso siempre será motivo de orgullo que ha valido el reconocimiento del Green Key Eco-Rating Program, dedicado a evaluar y certificar a los hoteles comprometidos con la mejoría del ecosistema donde se ubiquen. Detalles de este tipo no se encuentran todo el tiempo y no son cosa de todos los días, esa es la filosofía que ha dado al Fairmont Mayakoba su merecido lugar entre los destinos favoritos en la Riviera Maya, un lugar para descansar y llenarse de nuevos bríos por más difícil que nos resulte encontrarlos.
Por Ingrid Cubas @ingrid_cb
