El pequeño placer al final de la comida que hace justicia al streetfood y a las recetas de la abuela de manera sorprendente
Por: Raquel del Castillo Fotos: Román Gómez Asistente de producción: Isabel Taracena
Un buñuelo bañado en miel de piloncillo es aun más suculento cuando lo acompañan un helado y un poco de fruta; o bien, una marquesita de queso crocante en perfecta combinación con helado de cabra de acentos ácidos para contrastar con lo salado del lácteo.
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Éstas son las nuevas fórmulas ideadas en Atalaya para esta temporada, con tal de aumentar los carbohidratos y las dosis de dopamina para estar felices luego de una gran comida.
Hace mucho tiempo que pasaron de moda los carritos de pasteles y el servicio por rebanadas. Ahora los cocineros tienen la inquietud de hacer de la repostería algo serio. En porciones individuales, además de un bello emplatado, buscan trabajar técnicas e ingredientes que tal vez no esperábamos, como en el caso del requesón en la panacotta de mamey o la combinación de tepache, ginebra y pepino para un sorbete que funciona muy bien en Atalaya como prepostre.ç
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Una de las bondades que tiene la cocina es que en ella se hacen amigos para toda la vida. Eso le sucedió a Atzin Santos (a la derecha de la foto), cuando coincidió en Guría con Alejandro Torres y Valeria Vera.
Años más tarde, Atzin los invitó a trabajar. Juntos de nueva cuenta, continúan con la formulación de recetas dulces y el fortalecimiento de una amistad con la convivencia diaria y la generación de nuevas ideas y antojos. Esto es para Atzin el éxito no sólo de su carta dulce, sino de todo su proyecto.