“Vancouver y Whistler son destinos ideales para empaparse con la mezcla de la prisa de una metrópoli y el encanto invernal”
El invierno en México es muy diferente al que vemos en las películas y series que llegan del norte del continente. Los árboles escurriendo nieve y las colinas blancas forman parte de un imaginario que sólo podemos hacer realidad viajando. No sorprende, entonces, que encontremos un placer exquisito en rodearnos de copos níveos e ir cuesta abajo montados en una tabla o un par de esquís. Vancouver y Whistler son destinos ideales para empaparse con la mezcla de la prisa de una metrópoli y el encanto invernal. Y aunque podría parecer que es tarde para hacer una visita invernal al norte del continente, la temporada de esquí tiene su punto álgido durante Semana Santa.
Una capa de bruma abraza el puente más famoso de Capilano Park. Suspendido entre agua contenida en un causal y el cielo desmesurado, el pase de entrada a más pasarelas pendidas de troncos es un puente larguísimo que se tambalea con las personas que pasan. Este parque consiste en plataformas a varios metros de altura que cruzan de un árbol a otro y pisos de cristal en el borde de riscos.
Entre otras cosas, dentro de Capilano Park hay tiendas de recuerdos, ropa y artículos hechos por las Naciones Originarias de Canadá. No hacen falta lugares para pararse a beber un café o a comer algo; de sobra hay opciones para mitigar el hambre o para tomar un descanso. La luz del día y la oscuridad de la noche convierten el lugar en un espacio completamente diferente. Un buen momento para ir es apenas unas horas antes del anochecer, así se puede apreciar el lugar en sus versiones diurna y nocturna.
La escena gastronómica de la ciudad es un abanico que se abre cada vez más amplio. Este destino goza de foodies y chefs que han obligado a que los estándares de calidad culinaria se eleven junto con las ofertas. En uno de los dobleces de ese abanico está Savio Volpe. Si su diseño de interiores estuviera dentro de la carta, definitivamente sería uno de los platillos principales.
La tradición italiana estaría orgullosa de ver cómo este restaurante se apropió del concepto osteria. La calidez de la luz y del servicio invita a la sobremesa incluso antes de llevarse un tenedor a la boca. Qué gusto complementar esas sensaciones con la maravillosa cocina. Entre las opciones hay ensaladas ensambladas con ingredientes de proveedores locales, pasta hecha a mano y pescado salido de parrillas de madera. La labor de elegir vino puede ser propia o estar guiada por los meseros.
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Hay dos opciones para practicar algún deporte de invierno en este destino. Si llevas tu equipo, cuenta con que el personal del hotel te ayudará a transportarlo hasta donde sea necesario. Si no es así y decides rentar, puedes ir un día antes a probarte todo lo necesario y el personal de las rentas lo llevará hasta tu habitación. Una red de telesillas permite llegar a casi cualquier parte de las montañas de Whistler. El sistema consiste en moverse por varias rutas de estas góndolas aéreas hasta el punto deseado. En el trayecto pasan por las montañas los esquiadores y snowboarders que ya han puesto su talento al servicio de las olas de nieve.
Las pistas para deslizarse están marcadas por los colores del semáforo, por lo que podrás elegir la que se ajuste a tu habilidad y a tu gusto. En 2010 Whistler fue el escenario donde se llevaron a cabo los Juegos Olímpicos de Invierno; los aros olímpicos que sirvieron de podio en ese entonces son ahora un buen sitio para tomar una foto.
Burbujea un queso fundido dentro de un tazón. Al centro de la mesa hay varios de estos tazones con quesos y aceite. A los costados de cada comensal hay trinchadores y, repartidos en platos, trozos de pan, pedazos de carne sin cocer, pescado crudo y vegetales. The Chalet es un famoso restaurante de fondue que ofrece una cena completa en la que los invitados sumergirán sus cubiertos en esas ollas rebosantes de delicias hirviendo.
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El restaurante es parte del hotel Fairmont Chateau Whistler y cierra las cenas con un chocolate fundido acompañado de fresas, plátanos y malvaviscos que se sumergen en él. En varias ocasiones se escuchan voces de gente que vive allí diciendo que si en invierno te enamoras de Whistler, en verano decides quedarte a vivir. Queda descubrir cómo es cuando todo reverdece, comprobar si los rumores son ciertos. Entretanto, una fresa escurriendo sale de un bowl.
*Este es un extracto de una nota publicada en la edición impresa de Bleu & Blanc*
*Fotos cortesía de Vancouver y Whistler*
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