Te contamos la historia de la costurera que supo satisfacer las manías de grandeza y lujo de María Antonieta, la Reina más famosa de la Historia.
La que supo satisfacer las manías de grandeza y lujo de la Reina más famosa de la Historia.
Por Luciana Cacciaguerra Reni.
Marie-Jeanne Bertin quien cambió su nombre por Rose, fue una espectacular y atrevida creativa de la moda en el siglo XVIII y precisamente la modista y sombrerera de la Reina María Antonieta de Francia. A los 15 años se muda a París y se vuelve aprendiz de la tienda Le Trait Galant que era la que estaba a la moda para aquel entonces; a los 29 años con todo el aprendizaje y el refinamiento recibido abre su propia pequeña tienda de moda llamada Le Grand Mogol en la calle Rue Saint-Honoré. En ella vendía las mejores pañoletas de encajes, guantes bordados, muselinas y sedas; además creaba sombreros y tocados para la cabeza, con perlas, plumas, encajes y hasta diamantes, un verdadero derroche de lujo. Por ello no tardó mucho en ser la meta de las damas nobles y aristocráticas de París y luego de toda Francia.
La Duquesa Luisa de Chartres fue quien introdujo a Rose ante la Delfina de Francia y esta quedó totalmente prendada por la inquieta imaginación de la costurera que junto a la suya lograron crear los atuendos y vestidos más atrevidos de la época además de desfalcar las cajas del Estado tanto eran costosos. Y fue así que la Reina en la propia corte de Versalles puso a disposición de Rose su taller, en el que prácticamente se mudó y dos veces a la semana ofrecía el famoso “jour fix”, el día de las pruebas, en el cual la costurera presentaba a la Reina y a sus damas sus nuevas creaciones.
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María Antonieta definió a la modista “La divina Rose” y le confirió el título de “Ministra de la moda”. Desde allí en adelante el negocio de la costurera de Corte progresó tanto que le empezaron a llegar encargos desde Rusia, Inglaterra, Austria, Portugal y Suecia. Rose trabajaba con telas cuyas medidas eran muy anchas por lo cual comenzó a comprarlas a proveedores escoceses, hecho que generó un fuerte descontento en el gremio de distribuidores franceses. Así de poderosa se había vuelto la pequeña Rose Bertin.
La sorprendente Rose creó también los primeros mannequin y si se quiere el primer catálogo de moda, unas muñecas llamadas las Pandoras y hechas en cera, madera o porcelana, que podían ser de tamaño pequeño o mediano o inclusive altas a tamaño natural, a las que se vestían con los modelos de Bertin y se enviaban a las cortes extranjeras para que se enteraran de la moda francesa y pudieran encargarle los modelos más elegantes.
Por muchos años creó “le robe a paniér”, vestidos pomposos y recargados, con las mejores sedas, muselinas y crepés, De igual manera hizo los sombreros más atrevidos de la época con todo tipo de decoración; lanzó la moda de los peinados cada vez más altos hasta llegar a 90 cm, con añadidos de cabello natural y crin, adornándolos con plumas, cintas y joyas de gran valor y tamaño. Luego pasó a los Poufs aux sentiments, que consistían en objetos particulares que se distribuían por todo el peinado y que contaban historias como los últimos chismes del momento y cualquier otro acontecimiento de la vida de Palacio, el nacimiento de algún niño, las infidelidades de personajes conocidos o serpientes muy realistas o buques de guerra espectaculares. De hecho, hay un comentario de la época que dice que, si las damas hubiesen seguido adoptando esa moda, habría n tenido que modificar la arquitectura de las construcciones ya que eran tan altos que no cabían ni en las carrozas, obligando a las damas a permanecer inclinadas mientras el viaje durara o a sacar la cabeza fuera de las ventanillas.
Rose fue responsable de reinventar la famosa “robe a la polonaise”, proveniente de los vestidos típicos de las campesinas polacas; estos realzaban los pechos de manera muy provocadora, además la falda superior tenia cordeles que, al ser halados y fijados en la cintura, formaban pliegues redondeados como los de las cenefas de las cortinas.
A medida que la Reina María Antonieta empezó a pasar mucho más tiempo en su pequeño palacio le Petit Trianon regalo personal del Rey, Rose también pensó bien en cambiarle estilo ya que hacia una vida más sencilla y por lo tanto necesitaba otro guardarropa. Así que creó para ella vestidos de ligera muselina con cintas flojas y pañoletas que causaron escándalo por ser tan reveladores; los peinados se redujeron a muchos bucles, los sombreros eran de paja y más románticos. Todo en colores pasteles de azul, celeste, rosado y el famoso dorado suave que quería representar el tono de cabello de la Reina, llamado “cheveau de la Reine”.
Cuando ya la Monarquía empieza a dar señales de encaminarse hacia su trágico y violento declino, Rose Bertin muda su negocio a la Rue de Richelieu y atravesando los primeros estallidos de la Revolución sigue trabajando y recibiendo encargos del extranjero. Pero cuando ya la Revolución entra en su clímax ella pone la tienda a nombre de su sobrina y se va al exilio, rumbo a Londres, donde abrirá una sucursal que trabajará de forma más modesta no obstante su clientela inglesa siguiera siendo de la mejor clase.
Ocho meses después de su partida y aun estando en Londres, por tanto, no presente físicamente, para la decapitación de su Reina se viste con un sencillo vestido blanco, con cofia de lino, medias negras y zapatillas rojo ciruela. Tres años después regresa a la Patria más sin poder adaptarse nuevamente al lugar y a la situación y a los 66 años muere en su mansión de Epinay Sur Seine.
Marie-Jeanne Bertin logró lo inimaginable no solo como mujer que adquirió mucho poder para la época, sino como como modista, llegando al máximo nivel profesional; sobre todo dando a la mujer un puesto más evidente cuando creó vestidos tan anchos y enormes que le conferían un espacio físico más amplio que el que tenían los hombres. Todos dicen que si hay alguien a quien se pueda comparar es únicamente a Coco Chanel, sus vidas similares en muchos aspectos fueron el resultado de un enorme esfuerzo, creatividad, vanidad y visión de futuro.