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¿Puede la alta costura ser democrática?

Por: Bleu&Blanc 03 May 2019

Que la moda se ha vuelto «democrática», en el sentido de lo masivo, surgió en los años 60 cuando cobró auge la producción industrial y […]

Que la moda se ha vuelto «democrática», en el sentido de lo masivo, surgió en los años 60 cuando cobró auge la producción industrial y masiva de vestimenta. En los últimos años incluso la inaccesible alta costura de pasarela ha mostrado síntomas de querer dialogar con el streetwear y las tendencias para las masas. ¿Qué significa esto? ¿Puede la alta costura ser democrática?

 

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Sólo 4,000 personas compran alta costura en el mundo, de las cuales 200 son consideradas regulares. Y sin embargo, una de las colecciones de alta costura de primavera 2019 se hizo viral en cuestión de minutos, a finales de enero. Fueron los ácidos vestidos de Viktor & Rolf, parchados con enormes y contrastantes frases inspiradas en memes y lugares comunes de la moda adolescente: «F*ck This I’m Going to Paris», «No Photos Please» y hasta un simple pero contundente «No». Lo anterior sugiere un cambio de comportamiento en la rama más escénica e inalcanzable de la moda. Pero, ¿puede ello significar que la alta costura democratizará sus mensajes?


Viktor & Rolf, alta costura primavera/verano 2019. Vía theimpression.com

El vestido que grita

¿Puede un vestido romántico con eslóganes kitsch cambiar el rumbo de la historia? Sin duda. Lo cierto es que si entramos en detalles, hay que aclarar que la moda funciona como un espejo que, consciente o inconscientemente, reflejará la realidad de su contexto. Hoy y ayer, mañana y siempre, un estilo puede predecir el futuro u ocasionar una revolución. De este modo, las 5 millas de tul que fueron utilizados para crear la colección completa de Viktor & Rolf son algo más que una delicadísima forma de expresar las ansiedades del presente: desde el debate sobre el uso medicinal y recreativo de la mariguana hasta un placentero «Give a Damn» que responde a la necesidad de un respiro en un momento en el que las clases medias viven en condiciones de autoexplotación. ¡Ah, qué tiempos para estar vivos!


Viktor & Rolf, alta costura primavera/verano 2019. Vía theimpression.com

De la alta moda a las calles

El tan popular ánimo de amar, vivir o incluso «morir» por la moda —en el sentido figurado— es realmente una actitud sumamente contemporánea. También lo son la búsqueda de lo nuevo, de la individualidad expresiva o la originalidad que esperamos que nos ofrezca el consumo de diseño. En 1904 el sociólogo y pensador Georg Simmel escribió que la moda fue creada por la élite de unas sociedades en las que la movilidad formaba parte fundamental de la construcción social.

Bajo esta tesis, las tendencias se iban dispersando «gota a gota» desde los grupos de alto estatus hasta llegar a las clases bajas, cuya aspiración era ascender por la escalera socioeconómica. Una vez que los grupos de arriba comenzaban a sentirse amenazados por sus contrapartes, cambiaban nuevamente sus vestimentas para distinguirse de los otros. Ésta es la mirada tradicional con la que se ha analizado la moda desde entonces, frente a lo que nuevas voces teóricas comienzan a sugerir, que las sociedades del presente comienzan a comportarse de otra manera.

El surgimiento de la originalidad

A mediados del siglo XX la cultura dominante trajo nuevas formas de difundir la moda, con nueva tecnología que significó la producción en masa. Así, el viejo efecto de «goteo» propuesto por Simmel se vio opacado por el de una burbuja que crece hasta explotar. Nuevos términos surgieron en el panorama, como «autenticidad», «originalidad» e «individualidad» —¿suenan conocidos?—. Así, la búsqueda de la diferenciación cambiaba de sentido en un momento en el que la moda ya era accesible para más estratos de las sociedades.


Maison Margiela, Artisanal otoño/invierno 2018

La formación del mainstream

Como apuntó el sociólogo Dick Hebdige, las subculturas forman una parte importante de la formación del mainstream o la cultura de las masas. En esta transición, contraculturas tan potentes como las de los años 60 pasaron de ser marginales a formar parte de nuestro presente, hoy, en 2019. A veces tomamos por sentado la presencia masificada de las bikers de piel o los botines de tacón cuadrado. Todo esto es economía, todo esto es sociología.

Lo que no hemos dado por sentado y no deja de causar inquietud son los diseñadores que se valen de recursos de la cultura popular o del street style en sus propuestas de alta costura. Véase, por ejemplo, las ideas de John Galliano para alta costura de Martin Margiela. En la colección Artisanal, su propio sello para referir a la alta costura creada por la firma, Galiano deconstruye el clásico trench coat e imagina a una mujer que aún lleva champú sobre su cabello. Y la verdad es que no suena a una forma descabellada de pensar a las mujeres hoy en día.


Christian Dior, alta costura primavera/verano 2019

La exposición de Dior creada por OMA que debes visitar

El lujo no es lo que era

Toma al menos 330 horas de trabajo artesanal producir una pieza de alta costura. El rango de su precio está entre 10,000 y 100,000 dólares. Entre sus pocos compradores y compradoras en el mundo predominan nombres de la realeza de Medio Oriente y mujeres ejecutivas de altos rangos en Estados Unidos.

La fantasía en pasarela es imposible: para Chanel, lo mismo puede ocurrir el lanzamiento de un cohete espacial o la construcción de un jardín de Versalles, dentro del Grand Palais de París. La alta costura ha sido y sigue siendo toda turrón y toda utopía. Pero al mismo tiempo, señales de que es hora de presentar menos para aportar más se manifiestan en pasarela. Viktor & Rolf son directos y lo ensayan con un oxímoron: sobre un vestido inmenso y pesado cual pastel se lee la frase «Less is More» en una tipografía que bien podría interpretarse como grafiti.

Si menos es más, ¿hacia dónde va la alta costura, que históricamente ha representado el más y más? Una pista: el lujo ha dejado de ser deslumbrante y eso no está mal. Esto no significa del todo que la alta costura dejará de ser ostentosa e inasequible, digamos que hace al menos 10 años que comenzó a dar un giro tan gradual que, sin darnos cuenta, de pronto estábamos viendo una hoja de marihuana en el show de Viktor & Rolf. Y antes de eso habíamos comido un brunch orgánico sin vajilla de plata.

Dana Thomas lo dijo mejor en Deluxe (2007): «La industria del lujo ha cambiado la forma de vestir de la gente y ha reorganizado nuestro sistema económico de clases. Ha cambiado nuestra forma de interactuar. Ha entrado a formar parte de nuestro tejido social. Para lograrlo, ha sacrificado su integridad, socavado sus productos, empañado su historia y engañado a sus clientes. Para hacer accesible el lujo, los magnates lo han despojado de todo aquello que lo hacía especial». Y lo que siguió.


Maison Margiela, Artisanal primavera/verano 2017

El marketing de «lo democrático»

No es poco común que la alta moda, como otros ámbitos de la industria del lujo, sea calificada de democrática por el diálogo que ha entablado con las masas. ¿Pero de qué hablamos cuando decimos «democracia» en este contexto? Bien: mientras que la moda tradicionalmente había sido solamente un signo de estatus, prestigio y clase, disponible exclusivamente para los altos rangos de la sociedad, este dictado ha sido completamente desafiado.

Simplemente, desde el hecho de que toda persona que tenga acceso a una conexión de Internet puede ver las pasarelas de alta costura en vivo y en línea. ¿Pero puede «entenderlas»?

Sí. Y más que eso, todos podemos identificarnos un poco más con las propuestas, por inaccesibles que sean, debido al interés que han tomado algunos agentes de la alta costura por la cultura urbana y otros trazos de la actualidad. No podremos tener el vestido, pero seguramente tendremos la mochila, los lentes o el perfume derivados del concepto de la colección, y a precio de ready-to-wear.

No obstante, no nos olvidemos del verdadero significado de lo democrático —un sistema en el que una sociedad toma las decisiones y está activamente involucrado en el rumbo de su país; en este caso, de la firma—. Evidentemente, esto es imposible. La democracia, pues, es un concepto antagónico a la moda. Y eso sin mencionar los procesos de la alta costura. De tal suerte, decir que la moda es democrática es formar parte de un ejercicio de marketing. Nada más.

“Foræva” vestido escultural con 25 mil cristales Swarovski

 

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