Cuando llega la noche, los musulmanes se reúnen para romper el ayuno de manera comunitaria. A esta celebración se le llama iftar. Es costumbre festejar en las mezquitas e invitar a las personas de bajos recursos a compartir los alimentos
La cultura alimentaria no es puro gozo, también intervienen factores morales, éticos, religiosos o de salud que, a veces, provocan que la identidad de cierto grupo social o individuo hacia su alimentación esté fincada sobre la abstinencia y la pureza. Tal es el caso del islam, cimentado sobre cinco pilares: la profesión de fe; la plegaria ritual; la limosa; la peregrinación a la Meca y el ayuno durante el mes del Ramadán.
El Ramadán es el mes santo en el calendario musulmán; se cree que en este mes Alá reveló los primeros versos del Corán a Mahoma. Se festeja en el noveno mes del calendario lunar. En el 2020 se festejó del 23 de abril al 23 de mayo; todas las actividades se llevaron a cabo de manera virtual.
Durante el Ramadán las mujeres y hombres sanos y en edad de observancia religiosa (es decir, una vez pasada la pubertad) deben ayunar desde antes del amanecer y hasta que se pone el sol –el ayuno incluye la abstinencia del agua-; dedicarse a la contemplación religiosa por medio de la lectura y la recitación del Corán; ocuparse de los más necesitados de su comunidad –es decir, dar
limosna- y abstenerse de tener relaciones sexuales y de decir groserías.
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Las mujeres embarazadas, los adultos mayores y las personas que padezcan enfermedades que puedan complicarse con el ayuno no tienen que hacer el Ramadán. Quienes estén de viaje durante ese mes pueden reponer los días más adelante, en el mismo año, y las mujeres que están menstruando deben interrumpir el ayuno durante esos días y reponerlos después.
Cuando llega la noche, los musulmanes se reúnen para romper el ayuno de manera comunitaria. A esta celebración se le llama iftar. Es costumbre festejar en las mezquitas e invitar a las personas de bajos recursos a compartir los alimentos. Entre lo que se sirve a la mesa están las sfijas o fatay, empanadas rellenas de vegetales o carne; la masa está hecha con pimienta y limón.
También se ofrece la consistente sopa harira, hecha con carne, verduras, garbanzos, sémola y cebada. Los postres no se acaban: hacen baghrir, una crepa esponjosa que se acompaña con mantequilla y miel y briwat, un postre con masa de hojaldre y almendras que se fríe y se cubre con agua de azahar, canela, azúcar y mantequilla.
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Cuando termina el Ramadán, viene la fiesta: el Aid el Fitr, que comienza con una oración para agradecer la ruptura del ayuno. Luego, entregan una limosna a los más necesitados; consiste de pasas, dátiles, granos y queso. Y después de eso, otro festín, para celebrar que el ayuno ha terminado.
La abstinencia de la alimentación puede deberse a muchos factores, desde éticos o morales como este caso; estéticos como los regímenes de pérdida de peso e incluso patológicos, como la adicción a los alimentos o la anorexia. Todos ellos vinculan al individuo con su identidad alimentaria: la alimentación va más allá de lo que se sirve (o no se sirve) a la mesa.