Entrevista a Carla Morrison
A esta chica de Baja California no le gusta seguir recetas, prefiere la intuición para cocinar y para escribir canciones.
Por Patricia Ponce
Fotos Miguel Ángel Manrique
Nació en Tecate, Baja California, una ciudad que ofrece poco o nada que hacer. En ese silencio podía escuchar sus pensamientos, viendo a las personas caminar a paso lento mientras el sol se oculta tras el cerro.
Carla es de una risa fácil que contrasta con las letras de sus canciones, esas apologías de corazones rotos. Su propuesta musical, cuidadosamente espontánea, fue nominada a cuatro Grammys en 2012. No quiere volver a trabajar con ninguna de las grandes televisoras, prefiere mantenerse al margen y ser coherente con su ideología política. Confiesa que es mala para la cocina y que sólo sabe preparar pollo con brócoli y salsa de soya.
La mayoría de tus canciones hablan de dolor, ¿la lágrima vende?
No sé si la lágrima venda, pero la honestidad sí. En mi generación muchos músicos tienen miedo de mostrar la realidad de sus sentimientos, no quieren ser observados o juzgados. Hay que ser auténtico, no decir cosas abstractas, aceptar que te lastimaron y te duele mucho.
Has repetido que escribes por inspiración; Picasso creía que las musas tienen que encontrarte trabajando…
Cada quien tiene un método diferente. He pasado por distintos procesos creativos, siento que cuando me pongo a jugar, a trabajar, salen cosas buenas. Pero sin esperarlo también lo logro. Para algunos puede funcionar el trabajo o el esfuerzo, y también habrá quienes sólo confíen en las musas.
¿Has modificado una canción porque crees que así va a vender más?
[Pausa] No creo, hasta ahorita cuando he llegado a pensarlo no lo hago. Siento que a la gente no le gusta eso, le agrada lo que es. No, no lo he hecho…
¿Te consideras una persona segura?
Ahora sí, no al 100%. Estoy más madura, sé diferenciar lo importante. Tengo mis inseguridades, como todos, y creo que es bueno tenerlas, pues me acercan a algo más divino, me hacen sentir que sigo siendo frágil y humana. No me gustaría sentirme totalmente segura, por lo menos por ahora.
¿A qué se enfrenta un músico independiente?
No hay limitantes, si las hay, es que se le cierren las puertas por serlo, y eso es sólo un asunto mental. Con el Internet y lo que sucede hoy con las redes sociales, es un miedo muy tonto. Ser independiente tiene todas las de ganar. Hay cosas difíciles cuando apenas comienzas, como los transportes, o la manera de hacer tratos… pero después, cuando todo va bien y vendes conciertos, está padre estar por tu cuenta.
¿Sigues haciendo las cosas por ti misma, desde la escenografía hasta la música?
Trato de involucrarme lo más posible, pero no tanto como me gustaría. Me comprometo en el vestuario, en el montaje, pero se me exige tanto que ya no puedo hacerlo sola. Veo desde las ventas hasta los correos electrónicos, me gusta saber quién me contrata y quién no, quién no me busca, no porque me interese, sino por estar al tanto.
¿Qué es lo que más cuidas de tu proyecto?
A mí, por lo que voy a proyectar. No quiero estar ocupada con todo lo demás y dejar de componer. Procuro lo que necesito, trato de escucharme. También voy a los masajes, a visitar a mi familia; hago cosas que están fuera de la música. Busco lo que me ayuda a estar en contacto conmigo, descubriéndome, para poder ver cómo voy evolucionando.
Muchos te llaman el “fenómeno Carla Morrison…”
Creo que eso es una realidad aparte, yo me veo como la chica de Tecate que canta y toca. Me describen con títulos muy fuertes, pero yo no me dejo llevar. A veces cuando leo una nota o la introducción de una entrevista, me sorprendo, porque se me olvida que he hecho todo eso; pero no me gusta endiosarme ni que me endiosen. Me da un poco igual, creo que soy buena, pero no sé si tan buena. Una vez me dijeron que no me creyera ni todo lo malo, ni todo lo bueno, y trato de tener eso clavado en mi cabeza.
Sazonar recuerdos
Inició en la música en el 2006; se inscribió en el Colegio de música de la universidad de Arizona, pero pronto lo dejó, pues se siente más libre sin metodología. Ha grabado cuatro discos. De su infancia recuerda el sabor de la avena que su madre le preparaba para calentarse en invierno. Hoy busca forjar nuevas experiencias gastronómicas, y recorre los sitios que visita en giras para descubrir sabores típicos. En los momentos de depresión prefiere la comida picante. En su camerino procura que haya una charola con quesos, un buen vino y agua mineral con limón para hidratarse.