Las cenas maridajes son de esas ocasiones en las que uno se salta la rutina, en las que no importa que los múltiples tiempos rompan […]
Las cenas maridajes son de esas ocasiones en las que uno se salta la rutina, en las que no importa que los múltiples tiempos rompan incluso la dieta.
Aprender de vinos, explotar sus aromas y sabores en la mesa con grandes platillos, siempre es una oportunidad para entender que los caldos tienen vida propia más allá de las vides.
Algo tiene que ser muy bueno y merecer mucho la pena, para que uno decida cruzar la Ciudad de México un jueves noche rumbo a Santa Fe. La excusa para hacerlo era más que perfecta: una cena en el Hotel Live Aqua maridada con vino español.
Imagino que todos, o casi todos los amantes de la gastronomía saben lo que es una cena de este tipo, pero para los que no lo tengan muy claro, es uno de esos momentos que se disfrutan al 100 porque los sabores de los platillos explotan de una manera mucho más intensa en la boca, gracias al acompañamiento de las notas de los vinos que especialmente se han elegido para ser los compañeros de mesa y mantel.
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En este caso, Grupo ArteVino y las etiquetas de las bodegas que lo conforman, fueron los protagonistas. De la mano de Alejandro Gil, tuvimos la oportunidad de conocer de primera mano por qué estos caldos siempre están en la lista de los más puntuados según Robert Parker o Peñín, y también para probar algunas combinaciones arriesgadas.
La noche arrancaba con un blanco de aperitivo, un Flor de Vetus verdejo. Característico de la Denominación Rueda, en España, sus notas cítricas y frutos, y colores amarillo brillantes, auguraban una noche de sabores, como el de la crema de calabaza, almendras y cavalletis.
Mientras esperábamos el segundo tiempo, descubríamos dos de los grandes y reconocidos del grupo: Pruno (Bodega Villacreces, Ribera del Duero) e Izadi Selección (Rioja). El primero fue elegido por Parker como el mejor vino del mundo calidad/precio, algo que hacía que tuviéramos las expectativas muy altas. Una doble combinación arriesgada para acompañar unos camarones empanados con panko y risotto de quinoa. Inclluso para mí, que soy más amante de los Ribera del Duero que los Rioja, me sorprendió esta combinación de tinto y pescado, eligiendo la clásica Rioja, que redondeaba los sabores del platillo.
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El tercer tiempo, filete Wellington con papas crocantes y bearnesa, también venía acompañada de dos vinos tintos: un Finca Villacreces de 2012, también de Ribera del Duero y Malpuesto, una apuesta nueva en Grupo Artevino llegada desde Rioja.
Las cenas maridajes son de esas ocasiones en las que uno se salta la rutina, en las que no importa que los múltiples tiempos rompan incluso la dieta, porque es cuando los sentidos se despiertan. Por eso, incluso en una urbe como la CDMX, cruzar sus calles para vivir sensaciones, merece la pena.
Puedes saber más de las bodegas de Grupo Artevino en http://www.grupoartevino.com/