Presentación editorial de nuestra edición mayo 2013…
Por Inés M. Saavedra
Es mayo, y como siempre, este mes llega con las primeras lluvias y con el inevitable festejo de las madres (porque nos nace del corazón o lo dicta la mercadotecnia), en realidad, el motivo no importa, lo significativo es lo que se sirve en la mesa. Después de todo, nadie puede negar que la mejor comida es la que prepara mamá.
Mayo es el mes perfecto para adentrarse en la cocina, prender el fuego y preparar alguna receta tomada del acervo familiar para compartir con la gente que se quiere. Tal vez, destapar una botella de vino o hacer un té para pasar la tarde.
Así, en esta edición nos hemos puesto a pensar en la madre y en la abuela, y también en esa otra madre que es la Tierra, pues es primero el planeta que nos alimenta, y después son las cocinas de casa las que generan un legado de sabores, texturas y aromas que se protegen en los recetarios familiares.
Era increíble acompañar a mi abuela, siempre incansable, en su cocina. Compartir con ella las glorias de Monterrey o las duquesas de la dulcería cercana. Saquear los helados de su congelador o tomar dictado de una receta que yo necesitaba preparar. Gracias a ella aprendí que la cocina es un laboratorio cotidiano y cercano.
Pensando en lo reconfortante de una comida amorosa, decidimos asignar a mayo nuestro especial de pastas. También le pusimos un recorrido por el arroz mexicano, un viaje a las tradiciones culinarias de Michoacán, un safari gastronómico por Sudáfrica; le agregamos un cuento dulce y un postre traído de Italia. Todo acompañado con vinos rosados para pasar la tarde.
Las madres y las abuelas están en nuestras vidas para llenarlas de sabores, sabiduría y juegos. Y así, un día, se van, y quedan sus historias, sus recetas. Al final de la jornada, sólo podemos dar las gracias por las buenas comidas y, en mi caso, gracias por el helado de fresa.