Para Daniel Aceves, la ilusión de subirse al ring comenzó porque su papá era un luchador profesional que lo motivó a seguir su propio camino.
“Mi primer encuentro con la lucha fue en el Deportivo Guelatao, en el barrio de la Lagunilla. Iba con mi hermano Roberto, al principio extrañamos las máscaras, las capas y el ring, pero con el tiempo vimos fascinante a la lucha olímpica porque nos hacía practicar futbol, voleibol, natación y pesas. Esto generó una expectativa atractiva para incorporarnos”, nos compartió.
Por Raquel del Castillo @Raquel_Pastel, Foto Miguel A. Manrique @Mannfotografo y Román Gómez @playadura
La ilusión de subirse al ring comenzó porque su papá, Bobby Bonales (La Maravilla Moreliana), era un luchador profesional a quien él veía como un héroe cuando tenía cinco años. Le apasionaba verlo con sus compañeros: El Santo, Black Shadow, Blue Demon, Gori Guerrero, El Cavernario Galindo, Tonina Jackson, el Médico Asesino; todos ellos eran los protagonistas de sus juegos en los recreos, con sus amigos o con El Güero, su muñeco de trapo con quien vencía a los demás juguetes.
Lucha grecorromana, categoría de 52 kilos
Medalla de plata
Los Ángeles 1984
Él fue el primer medallista hispano en esta especialidad (y lo sigue siendo). “Esta disciplina, y el deporte en sí, te enseñan que lo más importante es aprender a levantarse cada vez que tocas el suelo. Un campeón debe tener tolerancia a la frustración, entender que los fracasos son pasajeros, son parte de la existencia humana y deportiva”, afirma.
México tiene una gran tradición en la cultura de la lucha.
“Una batalla fundamental es contra la báscula, porque como luchadores tenemos que mantenernos en nuestro peso para ser competitivos de acuerdo con nuestra categoría. Esto antes era más complicado porque no había tecnología para darle seguimiento, ahora hay apps y dispositivos que monitorean nuestro estado físico todo el tiempo”, señaló.