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De cómo viajar durante el coronavirus es un paseo a la cocina

Por: Bleu&Blanc 24 Mar 2020
De cómo viajar durante el coronavirus es un paseo a la cocina
Viajar durante el coronavirus es impensable, al igual que hacer una vida normal. Pero podemos quedarnos en casa y salir adelante de esta pandemia. Vale la pena hacerlo.

Por Pablo Ricalde

¿Viajar durante el coronavirus? Sólo a la cocina. Eso concluyo mientras pienso que una de las cosas que más admiro de la época que estamos viviendo es la facilidad para viajar y conectarnos. Hoy, con la ayuda de aplicaciones, OTA’s, plataformas, aerolíneas low cost, programas de lealtad y acceso a crédito, no hay viajes ni destinos imposibles. Se puede llegar a casi cualquier parte del mundo en un máximo de tres conexiones.

Decenas de vouchers y horas en la agencia de viajes se cambiaron por blogs y reseñas en internet. Guías de viaje fueron parcialmente derrotadas por redes sociales y recomendaciones. El mundo estaba al alcance de nuestras manos. Esquiar en Colorado, dormir en el desierto del Sahara, recorrer la selva Lacandona, admirar los viñedos en España. Todo era parte de un abanico de opciones prácticamente infinito. Sólo era cuestión de elegir.

Hoy el mundo elige cerrar ese abanico que estuvo abierto tantos años para preservar la raza humana. El abanico está cerrado. Viajar durante el coronavirus es una afrenta a la humanidad. Centenares de oportunidades se convirtieron, en un solo día, en una sola: Quedarse en casa.

Políticas de cambios de vuelo de las aerolíneas por el coronavirus

Viajar durante el coronavirus, una ilusión

Llevo prácticamente siete días en casa. Mis salidas son un híbrido de necesidades alimenticias y mentales. Como muchos de mis lectores, con casi cincuenta países en mi haber, me considero viajado. La vida me dio la dicha de ir a Iguazú con mi papa ya fallecido, de trabajar en Sao Paulo en probablemente la transacción más importante de mi carrera, de liberar tortugas en las costas de Guerrero y haber visitado monasterios en las montañas de Rila.

He cruzado ríos y montañas. Mis pies han sido testigos de sitios arqueológicos, lugares sagrados y pisos de aeropuertos. Hoy, estos pies se detienen porque creen que es momento de tomar una pausa. Una pausa obligada con el fin de prevenir que una pandemia le cobre factura a alguno de los míos.

ventanilla avion

 

Las fronteras y los aeropuertos se cierran, algo contra intuitivo para los niveles de conectividad que se viven hoy en día. Decenas de vuelos demorados o cancelados. Hablar a una línea aérea es una obra de paciencia y riesgo. El sistema de reservaciones está al borde del colapso. Logro hablar con un ejecutivo. Oigo cansancio y preocupación en su voz. Si la crisis se prolonga más de lo esperado podría perder su empleo, su sustento. Me ofrecen reagendar dos de mis vuelos cancelados. Veo disposición de la línea área para encontrar alternativas.

El ejecutivo me pregunta por mis nuevas fechas. Yo tengo la mente en blanco. Cuánto va a demorar el encierro. Estoy afanado en darle una respuesta. Sé que viajar durante el coronavirus es imposible pero ¿¡y después!? Mayo, probablemente muy cerca. Noviembre se presenta como una opción atractiva, pero no me siento convencido. Si el problema perdura hasta esas fechas implicaría que el virus tomó proporciones bíblicas. Con mis claves de reservación en mano, ésas que hacía meses me habían invitado a conocer un nuevo país, decido colgar. No es momento.

aeropuerto vacio

Crónica de una travesía por Ecuador durante el coronavirus

Los viajes como un sueño

El arte de viajar siempre ha sido más difícil de lo que actualmente creemos; sin embargo, antes de estos días la simplicidad nos hacía pensar lo contrario. Un conjunto de estrellas bien alineadas se traduce en un viaje. Fronteras abiertas, acceso a turbosina, cielos claros, paz entre naciones, y buena voluntad son algunos de los pilares para que se logre un viaje. Hoy esos pilares se tambalean y se muestran frágiles, están a punto de romperse.

La primavera llegó; esa primavera que año con año trae lunas de miel, cruceros familiares, negocios millonarios, visitas a parientes, escapadas amorosas o epifanías. Este año no lo permite y cierra la llave. La pandemia hace que nos detengamos. Que nos guardemos en nuestros hogares con contacto mínimo al exterior. El virus tarda en incubar hasta quince días. Si estuviste en otro país no interactúes con nadie, dicen los expertos. Mi ansiedad crece a ritmos exponenciales, similares a los de la enfermedad. ¿Por qué este año no?

aeropuerto hombre

Son inicios del año, grandes lanzamientos y nuevas rutas son el común denominador en las revistas de los aviones. Pienso a dónde quiero ir. La gente a mi alrededor actúa de manera similar. Hay aniversarios, cumpleaños o éxitos que celebrar. Bastaron menos de tres meses y la historia es otra. Viajar durante el coronavirus es no existe más. Frecuencias disminuidas en todas las aerolíneas del mundo. Ésas que ahora piden a gritos ayuda a sus gobiernos hace no tanto nos llevaban por los cielos del mundo a cumplir nuestros sueños. El mundo se acerca a una recesión. Si las autoridades y los bancos centrales no actúan de manera responsable, las consecuencias para la población pueden ser fatales. Es momento de actuar de manera agresiva. No se puede tomar a la ligera.

Quedarme en casa para preservarnos

La frustración se hace presente en la cabeza de todos los viajeros. Desde los corredores del maratón de Boston, hasta los que iban a llevar a sus hijos a conocer Europa, COVID-19 no distingue y cancela todo. Ataca a cualquier ser humano a su paso. Quiere llegar a cada vez más países.

Hoy salir de tapas en Madrid es casi un delito, mientras que correr en Central Park puede implicar una detención. Los países y las atracciones turísticas bajan sus cortinas. Museos cerrados hasta nuevo aviso. Los parques de diversiones no aceptan visitas. Algo que se había visto en muy pocas ocasiones. Al mismo tiempo que entrar al Louvre está prohibido, el virus se está contagiando y está llegando a nuevas comunidades. La solución es tan básica como primitiva. El mundo está en cuarentena. Prohibido viajar durante el coronavirus. Y salir. Y abrazar. Y todo. Nos quedamos en casa hasta que el virus no encuentre a más personas que infectar.

playa desierta

Mientras escribo esto, el mundo se prepara para lo peor. Estadios y hoteles se acondicionan como hospitales, similares a los de una guerra. Los números de muertos siguen aumentando a tasas crecientes. Hay una preocupación mundial. Varias empresas están operando en estado de alarma, de desastre. Los mercados bursátiles colapsan, símbolo de la crisis que se avecina. El planeta tierra se enfrenta a otra vez a una pandemia. Como en la edad media, Italia figura como centro y epicentro. Aquí no hay curiosidades. Suena demasiado místico, pero así es.

Uno de mis libros favoritos es Nada, escrito por Janne Teller. Una de las críticas más fuertes hacia éste, es que no tiene un final feliz, ni siquiera un rayo de esperanza. Sin embargo, contrario al texto, quedarse en casa si ofrece un rayo de ilusión. Me encanta ver cómo se mueven enfermeros y doctores para salvar vidas. Hay esperanza.

tablero aeropuerto

Este año los pasaportes tendrán menos sellos, o tal vez ninguno por no poder viajar durante el coronavirus. Esa falta de sellos nos hará recordar el 2020. El año que se cambiaron los trayectos trasatlánticos por visitas a la cocina. Gracias a la tecnología este año veremos obras de Broadway en nuestras salas. Organizaciones trabajan para  acercarnos lo que cada año nosotros vamos a conocer. Solo nos piden algo a cambio. No salgas de casa. Quédate. La humanidad se une. Sabe que unida es la única manera de vencer.

Esta semana cambio un café turco, por mi café de cafetera. Las estrellas de Atacama por mi ciudad. Elijo no transmitir la enfermedad, elijo no seguirle el juego a COVID-19. Elijo quedarme en casa. Espero tú que ansías viajar, elijas lo mismo porque créeme, va a valer la pena.

Firma Pablo Ricalde

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