Detrás de un carajillo perfecto hay un delicadísimo balance de sabores y olores que deben estar en su punto justo.
En primera impresión la idea de un carajillo puede sonar fácil. Sin embargo es sólo eso, una primera impresión; le suplico a usted apreciable lector que no se deje llevar por las apariencias. Pues aunque en esencia el carajillo es la combinación de café y licor, un carajillo perfecto requiere precisión.
El carajillo es una de esas piezas de coctelería que se beben calientes. Por favor, no se asuste usted si el carajillo que le corresponde resulta un tanto impetuoso y hasta le mete un grito: es una bebida de batalla y así está acostumbrado. Nació de los soldados españoles de la Guerra de Cuba, quienes mezclaban el brandy de su país con el café de la isla para darse calor y valor antes de entrar en combate – de hecho, el nombre original es “corajillo”, que se transformó hasta llegar al término que conocemos hoy.
Es importante mantener la proporción correcta de café y licor. Tradicionalmente el carajillo se sirve en un vaso de 110 mL, de los cuales al menos la mitad son de café puro. Respecto al tipo de alcohol, lo más común es utilizar brandy, aunque tendrá resultados igualmente buenos con ron o whiskey. ¡No se deje presionar! El carajillo es un acto de amor propio: elija por lo tanto el licor que más le guste.
El carajillo perfecto es fuerte, por lo que la calidad e intensidad del café es de suma importancia. Siempre procure que se trate de un espresso, pues concentrará mejor el sabor y servirá de buen soporte para el alcohol y los demás ingredientes.
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La mezcla se debe calentar lentamente y dejar reposar. El carajillo no es una bebida que guste de las prisas y si lo hace correr saboteará su momento. Recuerde que la comida es temperamental: dé usted el mismo respeto que demanda y el resultado será por demás placentero.
Una de las mejores formas de proporcionar al carajillo la temperatura deseada es sumergir la taza por unos momentos en otro recipiente con agua caliente y dejar que la transfusión de calor brote naturalmente.
Aunque el carajillo invariablemente contiene café y licor, puede hacerse aún más especial con un toque propio. Anís, azúcar o una pizca de canela garantizan que tanto el carajillo como su creador sobresalgan en la multitud. Si descubre usted un carajillo digno de su nombre, le ruego que se asegure de obtener su tarjeta y que no pierda el contacto.
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El carajillo nació como bebida de guerra; sin embargo, como tantas cosas en la vida ha sido irremediablemente absorbido por el arte. Hoy en día los mejores carajillos se encuentran en las calles españolas, en Las Cortes o el barrio de Malasaña: puntos de encuentro de poetas, autores, intelectuales y hasta políticos. Por lo tanto, si busca usted degustar el carajillo perfecto no olvide sostenerle una buena conversación – le aseguro que ambos lo agradecerán.