No hay nada que supere la experiencia de escuchar una historia directamente de los labios de quien la ha vivido. Esta verdad se hace aún más palpable cuando nos referimos al mundo de las bodegas de vinos, templos de historia y cultura que resguardan entre sus muros mucho más que simples bebidas.
Por: Isis Malherbe
Cada barrica y botella de Remírez de Ganuza encierra cientos de recuerdos, aprendizajes y una riqueza de sabores. Las viñas, con sus raíces provenientes de la tierra, han sido testigo de ver a enólogos trabajar para transformar la fruta en una bebida. La marca nació en 1989, por un amor incondicional por las buenas uvas y la calidad del vino. Esta bodega, fiel a la naturaleza y a la esencia de sus uvas, ha fusionado tradición con innovación, creando vinos de excelente calidad.
Desde sus inicios, la bodega se destacó por su dedicación a preservar la integridad y pureza de la uva. Su compromiso es con el proceso natural de fermentación y producción, asegurando que cada botella refleje la verdadera esencia del terruño. La marca ha sabido integrar avances tecnológicos y técnicas innovadoras en sus procesos de vinificación, siempre respetando el encanto natural de sus uvas.
Lo que hace particularmente especial a la bodega es su habilidad para mantener un equilibrio perfecto entre el respeto por las tradiciones y la apertura a las nuevas prácticas que mejoran la calidad del vino sin perder su esencia.
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Pasión por las uvas y la innovación en la vinificación
Este vino se ha convertido en un referente en la industria y ha marcado el camino para otras bodegas, creando vinos innovadores que no solo se beban, sino que se sientan y se recuerden. En la década de los 80, Fernando de Ganuza, creó su firma de vinos, con la idea de hacer una selección de la uva, para que se tuviera que intervenir lo mínimo en su proceso de elaboración del vino, para lograr impregnar su sabor.
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Una nueva visión para las bodegas
En el transcurso del año 2010, Bodegas Remírez de Ganuza marcó el inicio de una nueva etapa en su historia. Con la llegada de José Ramón Urtasun, continuó elaborando vinos de alta calidad y se centró en reforzar y expandir la presencia de la bodega en el mercado internacional, para ofrecer lo mejor del vino a nivel mundial.
En una cena, de la mano de Urtasun, tuvimos el privilegio de conocer lo mejor de los vinos, donde la pasión por México y la excelencia enológica se dieron cita. El evento fue engalanado por la presencia de José Ramón Urtasun, quien, junto con la chef Vero Musi y el chef-sommelier Andrés Amor, nos guió en un viaje culinario excepcional.
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La vinicultura y la gastronomía se unen
Desde el primer momento, la chef Musi y el somm Amor, con su conocimiento, prepararon una serie de platillos deliciosos. Cada tiempo de la comida fue diseñado para armonizar con los vinos seleccionados, destacando la sinergia entre la gastronomía y la vinicultura.
La estrella de la noche, sin duda, fueron los vinos de Remírez de Ganuza. Con una selección que incluía el Reserva 2016, el Gran Reserva “Olagar” 2016 y el exquisito María. Cada sorbo era una revelación de sabores y aromas, un testimonio del amor y la dedicación invertidos en su creación.
El evento fue una clara muestra del amor de la marca por México, el cual trasciende fronteras y se expresa en la unión de la alta cocina con vinos de calidad insuperable. Fue una noche donde el buen gusto, la elegancia y el amor por lo bien hecho se fusionaron. Volveremos una y otra vez a Remírez de Ganuza.