Desde las pequeñas familiares, las clásicas de gran tradición, hasta las modernas con instalaciones vanguardistas, vale la pena hacer un recorrido por las bodegas de vino.
Una aventura enológica a lo largo de 140 kilómetros cuadrados, donde pudimos apreciar el trabajo y la pasión que respaldan las memorias de cada una de sus bodegas, que van de las pequeñas familiares, las clásicas de gran tradición, hasta las modernas con instalaciones vanguardistas. La autenticidad y la singularidad de sus vinos hacen que Rioja sea la región perfecta para beberse a pequeños sorbos, durante toda la vida.
Por Fernanda Balmaceda @fer_balmaceda
A una hora y media del aeropuerto de Bilbao, nace un suelo de viñedos. Tres comunidades autónomas conforman la geografía de lo que hoy está bajo la denominación de origen Calificada Rioja (la primera de España) y que concentra más de 520 bodegas: Rioja alta, Rioja baja y Rioja Alavesa. en cada una se manifiesta una tradición más viva que nunca, donde la diversidad y la singularidad son constantes en su producción y en el trabajo que va de la viña a la bodega, y que se acompaña de una variedad climática única, así como de suelos muy ricos y distintos. Hay casos que van de las cuevas y los métodos antiguos, hasta los drones y los robots para el control de los procesos. estos son algunos de los ejemplos que hacen hoy la historia de La Rioja, un territorio donde la tradición y la modernidad se conjugan para transmitir relatos únicos en cada botella. a continuación, presentamos una ruta, de las muchas por hacer, por este destino enológico de calibre mundial.
Enclavada en la comunidad de San Asensio, en Rioja Alta, se encuentra la Bodega Lecea, fundada por Luis Alberto Lecea, expresidente del Consejo de la D.O.Ca. Rioja. Sus edificios, comunicados bajo tierra en cuevas llamadas calado, datan del siglo xvi y son portavoces de la etapa antigua de los vinos riojanos. Una aventura en el tiempo que te relata el método de almacenamiento en cuevas de madera de hace 500 años y su transportación en pieles de cabras, el pisado tradicional de la uva y cómo estos evolucionaron cuando el vino pasó de ser un alimento a una cosa exquisita, como consecuencia de la filoxera francesa, hace 140 años, que llevó a los franceses a comprar vino para llevárselo a su mercado en Burdeos y esto amplió los horizontes riojanos y su necesidad de volverlo negocio. Así, en San Asencio hay alrededor de 330 bodegas abandonadas y sólo dos elaboran vinos. Esto se debe a que, hace unos 30 años, cientos de agricultores que no lograron cumplir con los estándares de calidad del Consejo Regulador se unieron en asociaciones y cooperativas para producir y vender uvas a otras bodegas.
Hace tres años, Luis Alberto compró una parte de esta bodega, la otra se la heredó uno de sus abuelos, y a modo de tributo al tiempo, hace sus caldos con elaboración moderna y almacenamiento en antiguo con hormigón. También tienen una etiqueta que comercializan joven y que, a pesar de su limitada producción y que no lleva la marca Lecea, se ha vuelto su presea artesanal: Corazón de lago. Éste se elabora con el método antiguo: deja las uvas en el agua, enteras y sin romper, para una maceración carbónica (fermentación del tinto sin romper) durante 15 días. Éstas fermentan a través de la piel del grano, luego, antes de pisarlas, les escurre el 30 por ciento del líquido que se ha roto y pisan las uvas que se conservaron. Al día siguiente, se pasa por una prensa donde sólo se obtiene el 50 por ciento en vino. El resultado es un caldo único: con mucha más fruta, aroma y sabor que cualquier joven que hayas probado. A la par y para hacer más viva esta herencia, cada año hacen la fiesta del pisado de la uva con la elaboración tradicional, de puertas abiertas al público, la cual ganó en 2016 el premio a la mejor experiencia turística nacional.
“El vino es poesía embotellada”, versaba Robert Louis Stevenson, y la familia Pérez Cuevas siempre lo vislumbró como parte de su filosofía enológica. Raquel, Leticia, Rubén y María son la quinta generación que decidió continuar con la tradición del cultivo de la vid (con 250 hectáreas de tempranillo, graciano, garnacha y viura en Quel, Rioja Baja) a través de la fundación de esta bodega, hace treinta años, donde el arte pasa de ser una mitología a una realidad que te envuelve como en un sueño. Miguel Ángel Sáinz, artista español, fue quien trabajó durante cuatro años en el interior de la bodega para lograr recrear el mundo de la mitología, a través de pinturas, esculturas y arte-objetos relacionados con Dionisio, dios del vino y la feminidad. Sorprende en la entrada de la bodega la escultura colosal de una mujer rota semidesnuda que cría y trabaja, mostrando el lado subversivo del artista, en una época donde las bodegas eran dominadas por el trabajo masculino. Mientras que en su centro o entrañas impacta la de Perséfone y el origen de las estaciones del año.
Si eres de los que siempre soñó con adentrarse en los laberintos de un castillo, esta bodega de La Rioja Alta es para ti. El castillo, que funciona como bodega, está rodeado por treinta viñedos, con vides antiguas (hasta de 90 años), posicionados de los 320 a los 485 metros sobre el nivel del mar. Sus climas de índole continental y mediterráneos, con una diversidad de suelos que oscilan de los aluviales a los arcillosos y ferrosos, hacen que sus vinos tengan una expresión de lo más diversa, pero con una filosofía en común: el cuidado en su envejecimiento. Luciano Murrieta, fundador de la bodega, elaboró vinos desde 1852, introdujo el concepto de château francés en la finca Ygay y fue el primero en exportarlos fuera de España. Actualmente, del millón de botellas que elaboran al año, exportan el 75% de la producción, con presencia en más de 100 países. Este visionario del vino es quien modernizó los estilos en Rioja Alta, tras varias excursiones a Burdeos para aprender sus técnicas. Acreedor de un título nobiliario, Luciano se caracterizó por su lado humanista —incorporó hogares en el viñedo y una casa cuna para las madres trabajadoras— y por su trabajo político y social en La Rioja. Hoy, visitar la bodega es una aventura en el tiempo.
Fundada en 1987, en Rioja Alta, Roda es una bodega joven pero con una experiencia de altura. Aquí sólo elaboran vinos tintos, cuyas uvas proceden de 17 zonas diferentes de La Rioja y, por lo tanto, tienen 17 tanques de roble francés para que fermenten de acuerdo a su tipicidad en cada terruño. Sus cultivos de tempranillo, graciano y garnacha son vendimiados manualmente (siempre buscan racimos con una maduración especial), al proceso no le añaden levaduras y su segunda fermentación maloláctica la hacen en barricas, las cuales se encuentran en unas sala con un sistema de humificación que implementaron para aportar en vapor la humedad necesaria para crear las condiciones climáticas óptimas en los diferentes procesos. Esto da vinos de alta gama, muy redondos en boca y con mucha presencia de la fruta.
Es la cooperativa más grande de toda La Rioja con 850 socios. Fundada en 1956, en Aldeanueva, produce vinos para su marca propia (Azabache) y para otras bodegas, lo que los coloca en una producción de 20 millones de kilos de uva, algunas de vides de más de 80 años, principalmente tempranillo (70%), garnacha (20%) y diez variedades blancas, nuevas en la Denominación, como el verdejo, la tempranillo blanco, malvasía y garnacha blanca. Éstas los hacen de los principales promotores de los vinos blancos en la región. Como novedad, introdujeron 26 depósitos con el Sistema Oresteo, patentado en enero de 2015 por una empresa de Logroño, el cual recoge el co2 que se produce en la fermentación, lo seca, lo filtra y lo almacena para volver a introducirlo en el tanque en forma de burbujas que rompen el sombrero y están en contacto con el mosto en fermentación (o sin). La diferencia es que en vez de utilizar sistemas mecánicos para el movimiento del vino, aquí se hace sin movimientos, lo que lo vuelve más suave y delicado, además se hace de abajo hacia arriba. Así, todo está mucho más homogeneizado y los vinos no tienen contacto con el oxígeno en ningún momento. Teniendo como resultado vinos con aromas más intensos y grasos en boca.
En el Pueblo de Baños de Rioja (la zona más extrema en cuanto a clima de toda la D.O.Ca.) se encuentra este viñedo, hoy nombrado así en honor a su primera propietaria: María Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia. Los hermanos Hernáiz la compraron las 102 hectáreas, en 1996, divididas en 23 parcelas cultivadas sólo con variedades autóctonas y con cepas de hasta 64 años. Aquí producen siete vinos, divididos en dos líneas: la clásica que sigue la usanza riojana; y los de parcela que son monovarietales que proceden de una única parcela. Hoy exportan el 50% de su producción a países como Suiza, Alemania, China, Nepal y Filipinas.
Samaniego, en Rioja Alavesa, es donde se encuentra esta bodega, dedicada a la elaboración de vinos premium. Con 200 hectáreas de viñedo, distribuidas en 150 parcelas, y una capacidad de producción de 140 mil botellas al año, Remírez de Ganuza es un referente de los vinos de esta denominación en México (somos su principal mercado de exportación, así que sí, seguro te has echado más de una copa de este vinazo). Elaboran nueve vinos, de los cuales uno es de parcela (Viña Coqueta) y otro pasa por un proceso patentado por su fundador, llamado como la bodega, que consiste en unos inversos para descartar la semilla, en un sistema para el prensado con agua en bolsa, con el cual elaboran Trasnocho, el vino top de la casa.